PAN Y CIRCO

La boca del diablo

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La mano de Dios ya no es lo que era y ahora ejerce de boca del diablo. Una vez conseguido el pase al mundial de Suráfrica, Maradona se transformó en Diego Armando y se mostró como lo que siempre ha sido y será: un macarra con un don divino para jugar al fútbol y una habilidad innata para esnifar ingentes cantidades de cocaína y beneficiarse a cuantas jineteras le puso por delante su amigo Fidel en su plácido destierro en La Habana. Que succionen todo lo que puedan los pobres periodistas argentinos que para eso el barrilete cósmico tuvo que aguantar sus impertinencias durante la fase de clasificación. En Uruguay, al concluir el drama comenzó el esperpento y Diego se transformó en un inmensa golosina con un sabor que sólo satisface a Bilardo y Grondona, pareja culpable de este indeseable regreso y muestra inequívoca del estado de desesperación por el que transita el fútbol al otro lado del charco. Incluso amparándonos en que una cita mundialista sin la albiceleste no tendría tanto valor, no se justifican estos arranques a lo niñato de quien ocupa un cargo que le viene tan grande como ese estómago reducido quirúrgicamente y esa escopeta que ya sacó a relucir en otra de sus imágenes para el olvido que tanto transitan por you tube. El suegro de Agüero es un tipo tan indeseable que llegó al punto de jugar a la ruleta rusa con su propia vida, pero que muchos se empeñan en recuperar cada equis tiempo para recordarnos que el lado más asqueroso del fútbol no deja de crecer a la misma velocidad que mengua el más cuerdo. Aquí, en Cádiz, en la etapa del pibe como jugador del Sevilla, el bueno de Paco Baena ya tuvo un aperitivo de lo que se avecinaba de tanto inflar su cuerpo a base de una dieta rica en vicios y grasas. La última hazaña del Pelusa nos viene a decir que su cerebro ha quedado reducido al tamaño de un chupa chups con sabor a rancio.