Jerez

ERE en la fábrica de botellas: ¿Y ahora qué?

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E n este caso sí que no puede decir nadie que ha sido una sorpresa. Ha tardado más de un mes desde que anunciase el cierre de la fábrica de botellas, pero Vicasa entregó este pasado viernes el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) a la Junta de Andalucía y a los representantes de los trabajadores.

Todo discurre, por tanto, tal como estaba previsto. La multinacional francesa no da ningún paso en falso y ahora ha puesto la pelota en los tejados del ente autonómico, por un lado, y de la propia plantilla, por otro. Ellos son los que deben mover ficha ahora y, por mucho que la cosa se dilate en el tiempo, que en estos momentos parece que es todo lo que pueden conseguir, la empresa acabará consiguiendo salirse con la suya.

Ha sido un mes largo de movilizaciones, en el que la ciudad, la Junta y hasta el Gobierno han sumado esfuerzos en el apoyo a la causa de los 120 trabajadores que ven peligrar su futuro laboral; y, por extensión, a la lucha iniciada contra el cierre de una de las industrias más emblemáticas de una ciudad que, dicho sea de paso, no es precisamente que ande sobrada de ellas. Y ahora toda esa fuerza comienza a transformarse en un pesimismo que ni ese apoyo generalizado va a conseguir paliar. Cada vez son más los que empiezan a digerir que lo que llegará es el cierre de la fábrica, por muy emblemática que sea, por mucha solidaridad que tengan los afectados y por mucho que se ofrezca a la empresa para que mantenga la producción en Jerez.

Entre los propios trabajadores comienza a calar ese pesimismo. Incluso se empieza a temer que esa unidad en la lucha contra las intenciones de Vicasa acabe resquebrajándose. Porque llegará el momento de sentarse con los directivos de la multinacional y de decidir, uno a uno, si aceptan las condiciones que se le ofrezcan -prejubilaciones, traslados...- o se sigue enarbolando la bandera de la confrontación, con todo lo que ello podría acarrear a cada trabajador y sus respectivas familias. Y es que, en estos casos, la empresa es la que tiene la fuerza. Puede gustar más o menos, pero es así. Y aceptarlo no supone una derrota ni pecar de conformismo, sino ser realista, algo que, a largo plazo, facilita las cosas.

Pero eso no debe implicar, nunca, y menos en este caso, aceptar que el fuerte tiene la razón. La multinacional francesa sigue sin aportar argumentos sólidos para el cierre. La cuestión es cómo el sistema, las leyes y las administraciones permiten, entonces, que se salga con la suya. Ése es el problema, la realidad a la que antes hacía referencia y que, insisto, conviene aceptar para no llevarnos a engaño y crear unas falsas expectativas. Porque la decepción será mayor a la larga.

El conflicto de la fábrica de botellas tiene para escribir un anecdotario de lo más extenso. Supongo que en el futuro irán saliendo a la luz muchas de las cosas que han ocurrido en estas últimas semanas. Las reuniones celebradas -las que se han conocido y las que no-, las promesas realizadas, las ofertas que se han hecho a la compañía para que no se fuese de Jerez y hasta dónde estaban dispuestos a llegar algunos con tal de conseguirlo. Porque, como decía un destacado político de la ciudad días atrás, sólo ha faltado poner la cama. Como suele decirse, hasta ahí se puede leer... de momento.

Esperanza azulina

Casi igual de negro pinta, en estos momentos, el futuro del Xerez. Y no sólo en lo deportivo, que, al fin y al cabo, tiene solución porque la temporada acaba de empezar, sino, sobre todo, en lo institucional. Ha sido una semana convulsa en el club, algo que hace tiempo que no sorprende.

Las peñas se han rebelado. Han creado una plataforma cuyo nombre ya es de por sí significativo: Salvemos al Xerez. Significativo e ilustrativo de la realidad actual de la entidad. Exigen al accionista mayoritario, Joaquín Morales, que venda de una vez por todas el club. Dicen que la situación es insostenible por culpa de las deudas, de la incertidumbre existente, de la gestión realizada y, sobre todo, del, según las peñas, el trato «despectivo» que se da al aficionado en general.

Joaquín Morales, por su parte, sigue a la suya. No se pone nervioso. O por lo menos eso aparenta. Y ha vuelto a rechazar la enésima oferta de compra que ha recibido después de semanas de marear la perdiz y, lo que es peor, permitir que noticias extradeportivas vuelvan a afectar a un equipo que bastante tiene con saltar cada fin de semana al campo y sudar cada gol y cada punto para obrar el milagro de la salvación al final de la temporada.