Joselillo con su primero.
FERIA DEL PILAR LA FICHA

Una corrida peleona

ZARAGOZA Actualizado: Guardar
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S in grasas, el primer toro de Dolores Aguirre dio en tablilla 580 kilos. Era muy grande. Negro. De esos toros salidos de la rama Atanasio que han ido ganando volumen con el paso del tiempo.

Imponía. Le dieron mucha capa, porque fue distraído, se iba suelto, no acababa de estar con nada. Tanta capa no fue terapia adecuada: se enteró el toro y, cuando se lanzaba, las manos por delante, se frenaba casi en seco. Un par de puyazos traseros tuvo efecto parecido al de los capotazos en cadena. Robleño se hizo de ánimo, Si se plantaba en firme, el toro le echaba unas miradas inquietantes. Si se movía, el toro hacía por él. Robleño hizo frente a las medias arrancadas y medias embestidas. Con corazón.

Fue trasteo largo. Los toros atanasios son agradecidos en las faenas de aliento si van domándose. Que no fue el caso. Costó meter la espada porque el toro, a la espera, no dejaba cruzar ni pasar.

Serranito dio por buena la idea de dar capa preventivamente y a mansalva, y se prodigó en lances de brega con el segundo, un toro muy en Conde de la Corte. Aparatoso. Negro. Enhiesto el rabo al meter la cara sin romper adelante. Se frenaba. Derribó en la primera vara. Cundió la alarma. No se llegó a medir el poder del toro, que se escupió del caballo al sentir el hierro. Cuatro puyazos, deambulante merodeo en banderillas, ganas de huir, la mirada desparramada, falta de fijeza, un son andarín o trotón. A Serranito se le fueron los pies. No en las pruebas de tanteo; sí cuando entendió que el toro era como un túnel. Media estocada.

El tercero salió abanto pero con el estilo seguro del atanasio fiable. Corretón, pero enganchó el caballo de pica por los pechos y estuvo a punto de calzárselo. Joselillo anduvo muy decidido con el capote: tres lances como arrancados, porque el toro solo no se empleaba, una revolera y media. Mansote, el toro cobró en la puerta una segunda vara. Lo que hizo enseguida el toro fue descolgar a su manera. Y a su manera también meter la cara y moverse. Punteando la muleta a veces, pero sin dejar de atacar. A la hora de echar cuentas, ese toro salió favorecido. La fe de Joselillo, asentado pero despegado, puso de su parte. Porfía airosa, resuelta. No heroica, ni trágica, ni de sobresaltos. Templado esfuerzo. Un pinchazo y una estocada.

Corazón de león

El cuarto, alto de agujas, cabezón, las sienes estrechas, vueltas las palas, peleó en un primer puyazo pero lamió luego tablas, como si no quisiera pelear. Otra vez el Robleño corazón de león. Se puso. En corto, el toro fue bélico y mirón. En la distancia larga, bastante más tratable. Hubo de todo un poco en el menú. Por la mano izquierda, cazaba el toro moscas. No por la derecha, pero se engallaba sin entrega. Un ten con ten. Los muletazos de apertura de faena fueron bonitos. De escuela. Sosiego de Robleño. Se había traído sin afilar la espada. Cuatro pinchazos.

Al segundo ya estaba el toro puesto por delante. El quinto salió con pies y Serranito le sacó los brazos en lances de recibo bien templados. De gran dibujo por la mano derecha; algo respingados por la izquierda. Un puyazo largo, duro y fijo, de toro de carácter. Un quite por chicuelinas. Había partido. Lo parecía. No se animó Serranito. Se vio sorprendido en dos arreones y tiró la toalla. Cuatro pinchazos, dos descabellos. Torero desmoralizado. Ni siquiera le llegó ese calorcito que en Zaragoza se reserva para los toreros del país.

El toro de la jota fue de los de `toro va! Muy amplio: levantado y cabezón, larguísimo. Cara de pocos amigos: andares sesgados, de acá para allá las carreras, pero sin pararse con nada, coces escupidas a los caballos de pica. Miraba por encima de las esclavinas de los capotes de brega, bramó de manso, rabeaba o coleaba pero no de bravo, se encampanaba con aire defensivo. Se arrancó siempre que lo llamó Joselillo, que le buscó las vueltas. Embestidas desordenadas a media altura. Primero dóciles. Luego se lo pensó el toro. Una afanosa faena. Un molinete de rodillas espléndido. No asustarse. Ni desmedrarse tampoco del todo.