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Obama carga con el Nobel de la Paz
La polémica resurge al conocerse la oposición de tres de los cinco miembros del comité de Noruega
Actualizado: GuardarLa concesión del Premio Nobel de la Paz 2009 a Barack Obama busca aún argumentos para legitimar una decisión cuanto menos sorprendente. La impresión más extendida es que el comité noruego que lo otorga se limitó a reconocer las buenas intenciones del presidente estadounidense y a borrar con ello el pasado reciente de la Casa Blanca encarnado por George W. Bush y su imperialismo materializado en dos guerras.
Pero esta teoría positivista no ha logrado disipar la polémica sobre el galardón concedido. Porque ayer se supo que incluso hubo gran discrepancia interna en el propio consejo que finalmente toma la decisión.
Según publicó el diario noruego Verdens Gang, tres de sus cinco miembros se opusieron en un primer momento. El «fuerte debate» fue reconocido por el presidente del órgano elector, el ex primer ministro socialdemócrata noruego y ex presidente del Parlamento Thorbjens Jagland, quien definitivamente, con el apoyo de su compañera de partido Sissel Rohhebek, consiguió sacar adelante la candidatura de Barack Obama por haber conseguido «en un corto período de tiempo crear un clima político internacional e inclinarlo hacia el diálogo, la cooperación y el desarme».
Los jurados reticentes, encabezados por la populista de derechas Inger Marie Ytterhorn, sostenían que el líder norteamericano llevaba poco tiempo en el poder, por lo que consideraban «arriesgado entregarle el Nobel». La guerra de Afganistán constituía, sobre todo, la lacra que arrastraba Obama. Pero a la postre, el premio fue concedido por unanimidad.
Lo que está claro es que, al margen de alinearse con partidarios o retractores, sobreviven dudas sobre la capacidad del primer inquilino negro de la Casa Blanca para mantener sus compromisos. El presidente del cambio debe lidiar con éxito en terrenos como Irán, el desmantelamiento del escudo antimisiles o la apertura de diálogo con Corea del Norte, sin olvidar a Cuba, desde donde, por cierto, se ha elevado el mayor defensor de sus méritos para el premio, Fidel Castro.
Estrategia geopolítica
Por todo ello, detrás de la elección se puede adivinar una estrategia geopolítica hilada con finísima sutileza para tratar de encaminar las complejidades y alternativas de la actual coyuntura de la sociedad global. En este sentido, el comité de Oslo trata quizá de condicionar al hombre más poderoso del planeta.
Obama deberá recordar su condición de Premio Nobel de la Paz a la hora de tomar cualquier decisión y su postura puede convertir al galardón en herramienta para sus causas o en una cruz con la que cargar en su devenir. No habrá que esperar mucho para conocerlo.
El Nobel de la Paz siempre es susceptible de ambigüedades y hasta concedérselo al actual presidente estadounidense se conjugaba en pasado y se aseguraba el éxito de la decisión destinándolo a personas o instituciones que abogaron por la paz. Personajes incuestionables como Mandela, Desmond Tutu o Teresa de Calcuta nunca generaron debate, aunque sí lo hicieron otro tipo de elecciones, como las de Arafat o Kissinger, entre otros.
El galardón se convirtió en muchos casos en un río Jordán, donde Occidente lavaba sus culpas, sobre todo las de inacción. Pero todos los analistas coinciden que con Barack Obama se mira hacia adelante. Junto con el diploma y la medalla, el afroamericano recibe un mandato, el de revertir una situación, un sistema, un país, el suyo. Su reconocimiento conlleva asimismo la condena a su predecesor, George W. Bush, y a otros inquilinos del edificio del 1.600 de la Avenida Pensilvania de Washington DC que convirtieron en filosofía la guerra y la supremacía mundial.
Los encargados de ejecutar cada año el testamento de Alfred Nobel recuerdan a Obama que debe cumplir con su palabra de hacer del mundo un lugar habitable y, sobre todo, mucho más pacífico. Que no debe defraudar al creador del premio, que destinó la riqueza que generó su perverso invento de la nitroglicerina a crear una palanca para construir la paz.
La designación, hereje para unos, prematura para los más, supone una apelación al pacifismo y una exhortación a la buena fe. Obama deberá probar que se lo merecía. Y mientras, las críticas siguen llegando.