La última de Esplá
Actualizado: GuardarV einte de ellas, en primera línea. Una ovación de salida, que Esplá compartió con Ponce y Perera mientras, destocados, el uno a los otros y los otros al uno se señalaban con la montera. Otra ovación de despedida, que, liquidado un festejo de casi tres horas y siete avisos, fue bastante más sonora. Esplá tomó emocionado el portante pero salió de escena muy deprisa. Ni tomó el puñadito de arena que se besa ni se erigió a sí mismo una estatua ni siquiera se cortó la coleta. Le espera una breve temporada en América. Su hijo Alejando pretende emplazarlo para que en primavera le dé la alternativa. Lo que sea. Esplá tuvo el gesto antiguo de brindar el primer toro a su cuadrilla: Teo Caballero, Javier Sánchez, Juan Rivera, Paco Senda, Domingo Navarro y su fiel mozo de espadas Tin Portes. No estaba el gran Aurelio García, convaleciente de la costalada de agosto en Almería. A cada uno de los seis abrazó Esplá cariñosa y sentidamente. El otro toro se lo brindó Esplá a su señora esposa, Mimí Tarruella, sentada en un tendido junto a familia y amigos.
Cuando devolvió la montera, se echó a llorar. O esa impresión se tuvo.
Esplá toreó templadamente de capa en el saludo al primer toro del Puerto, friote pero empapado en el vuelo de lances despaciosos. Al cuarto también le pegó Esplá a gusto cinco lances de caro son. Nada sencillos, porque el toro, Garabito, inmensa mole de 615 kilos, era de cuello y quilla descomunales y tuvo de partida la desgana clásica del encaste Atanasio. El juego de brazos, tan bonito, se acabó resolviendo con un inoportuno desarme. A los dos les puso banderillas sin hacerse de rogar. Dos cuarteos, uno por cada mano, y un gracioso violín en el primer turno. En el segundo, un extraordinario primer par de poder a poder, un segundo al violín como un respiro y un tercero de ataque precipitado y sólo un palo clavado. El toro cortó, no dejó a Esplá reunirse, hizo hilo con él y Paco Senda tuvo que hacer un quite salvador. El primero de los dos toros del adiós fue tan áspero como frágil. Agarrado a la barrera -homenaje a Luis Miguel Dominguín-, Esplá abrió con dos espléndidos muletazos librados por arriba pero sin escupir al toro. Los cosió a cuatro saliéndose a la raya. El del desdén que abrochó tanda, embraguetado, fue puro ritmo. No empujó el toro ya más. Estaba para pararse. Esplá remató una tanda con un circular cambiado convertido en salomónica solución.