Depresión
San Fernando. Actualizado: GuardarY el enfermo me respondió:
-Es peregrinar de santuario clínico en santuario clínico buscando al profesional que te escuche con humana atención, y no como asalariado o negociante. Es saltar de fármaco en fármaco, de terapia en terapia, probando medicinas alternativas; o comerse los libros de autoayuda para encontrar nuevos senderos, diferentes soluciones, curas ocultas y esperanzadoras. Es dormir a deshoras, trabajar a destiempo, o no dormir ni trabajar. Es buscar la normalidad de la anormalidad, los residuos de la salud entre la enfermedad, el desecho útil en el vertedero del sufrimiento, o descubrir en ti un nuevo carácter cada vez que cambia el tiempo o aparece un problema por leve que sea. Es no poder llevar un ritmo regular de vida porque tu cuerpo y tu mente te traicionan sin venir a cuento por una bioquímica caprichosa y malediciente.
Es necesitar del amor y la comprensión, de los afectos, de la aceptación. y no encontrarlos adecuadamente. Es sufrir por los que te rodean, vestir la pena que te aflige con una sonrisa cada vez que te hablan, o vivir levantándote después de cada caída y ver en la caída un motivo para reavivarse, o pensar alguna vez que la muerte es el final del sufrimiento. Es comparar tu estado con los que están peor que tú sin entender porqué te sientes morir, o sentir la humedad en el corazón por lágrimas que ya no fluyen. Es tener pocos amigos por temor a que no te entiendan o temer perderlos por temor a aburrirles. Es abrir la ventana y observar que era primavera creyendo en la esperanza de que algún día sea diferente.
¿Y usted, qué sabe de esta desconocida?