Aprender de lo diferente
Actualizado: GuardarCreo que somos intolerantes por pura ignorancia, en la mayoría de los casos. Si conociéramos mejor otras razas, otras creencias y religiones no tendríamos asimilados tantos y tantos estereotipos que sólo entorpecen la convivencia. Me decía el otro día un chico ciego que estudia para ser profesor que los alumnos le preguntaban cómo vive una persona que no ve. Es un claro ejemplo del desconocimiento general que tenemos sobre lo que es diferente a la mayoría. Juan Antonio, que así se llama el joven, me comentó que es positivo para los chavales que comprueben que una persona con una discapacidad puede hacer cosas normales, prácticamente las que se proponga.
Por eso me parece tan enriquecedor que en los colegios de hoy se enseñe cómo son las costumbres de los demás, qué es el Ramadán, por ejemplo, o por qué nuestra cultura celebra la Semana Santa o la Navidad y otras no. En definitiva, que se haga entender a los alumnos desde edades tempranas, que la diferencia no es negativa sino todo lo contrario.
No podemos pretender que nuestros abuelos vean con buenos ojos a una pareja de chicos o de chicas de la mano o que no miren atrás al cruzarse con una persona negra o una mujer con un velo. A mi generación ya no le extrañan la mayoría de las situaciones y, por lo que veo afortunadamente a mi alrededor, nuestros futuros hijos ya no se fijarán en el color de la piel del amiguito al que se acerquen en el recreo ni en si su madre lleva velo. Normalizar esas situaciones desde la más tierna infancia les evitará sufrimientos en su vida y, lo mejor de todo, los convertirá en personas tolerantes, abiertas y sin prejuicios, que saben valorar que las diferencias es lo que nos hace únicos y especiales.