Vida o muerte en el estadio del Centenario
Uruguay buscará mañana su billete para Suráfrica a costa de la desesperada Argentina de Maradona, que apela a la épica para librarse de un fracaso histórico en Montevideo
Actualizado:Pocos duelos tienen tanta solera como los que enfrentan a Uruguay y Argentina. Los dos vecinos del río de La Plata llevan litigando, a veces con encono y otras con un caballeroso sentido de la hermandad, desde finales del siglo XIX. En 1905 ya disputaron un torneo más o menos oficial: la Copa de Caridad Lipton, patrocinada por sir Thomas Lipton, el famoso comerciante de té y 'sportman' escocés. Con los años, llegarían los grandes choques entre la celeste y la albiceleste: las finales de los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928 y del Campeonato del Mundo de 1930. Ambas terminaron con victoria de Uruguay, gobernada entonces en los campos de fútbol por Héctor 'El Mago' Scarone como Argentina lo estaba por otra leyenda del fútbol: Guillermo Stábile.
Argentinos y uruguayos volverán a enfrentarse mañana en Montevideo. No será un partido como tantos otros en la última época, es decir, con la pasión justa y un sentimiento general de añoranza por los viejos tiempos, mucho mejores en ambas selecciones, sobre todo en la anfitriona. En realidad, hacía años que el gran clásico de La Plata no alcanzaba una temperatura tan extrema como la que se prevé mañana en el viejo estadio del Centenario, que rebosará con 76.000 aficionados de los cuales sólo 4.500 serán argentinos.
Será un partido a vida o muerte. Un 'matamata', que dirían en Brasil. El que gane, estará en el Mundial de Sudáfrica. A partir de ahí, se abren varias combinaciones. El empate sólo le sirve a Argentina. Le asegura la repesca -el 'repechaje', como le llaman ellos- e incluso el pase directo si Ecuador, el tercero en discordia con dos puntos menos que la selección de Maradona y uno menos que la de Óscar Tabárez, no gana a Chile en Santiago. Para los charruas, la victoria es obligada. Y es que empatando quedarían fuera incluso de la repesca si los ecuatorianos ganan a los chilenos de Marcelo Bielsa, ya clasificados para el Mundial.
Drama argentino
Más allá de la danza de resultados posibles, el partido tiene otro condimento que lo hace explosivo en el plano emocional: la situación límite, en el filo del abismo, en la que se encuentra Argentina. Hay que ser sinceros. Hoy por hoy, no pesan lo mismo los dos equipos. Uruguay es historia del fútbol, pero la decadencia de su selección es tan evidente que su ausencia en Sudáfrica no sería una gran sorpresa. De hecho, los celestes han faltado a tres de los cuatro últimos mundiales. En realidad, lo que ha sido una sorpresa es que los uruguayos saltaran el sábado la banca en Quito con un gol de penalti de Diego Forlán en el tiempo de descuento. Ahora bien, que una de las grandes potencias mundiales como Argentina quede fuera de Sudáfrica sería algo inaudito. Y si encima el fracaso lleva escrito el nombre de Diego Armando Maradona, la cosa adquiere tintes dramáticos y se convierte en noticia mundial.
Así las cosas, no es extraño que, en estas horas previas, el gran clásico se esté viviendo de una manera diametralmente opuesta en las dos orillas. Los uruguayos lo hacen con la ilusión del que tiene a mano un sueño que hace bien poco consideraba imposible. Pocos dudan del maestro Tabárez. Los argentinos, por el contrario, viven en plena convulsión, incapaces de entender la dinámica suicida en la que ha entrado su selección desde que Maradona se hizo con sus riendas hace casi un año. El desastre de 'El Pelusa' como seleccionador está siendo absoluto. Y no sólo se trata de una cuestión de malísimos resultados (tres victorias y cuatro derrotas, alguna de ellas tan deshonrosa como el 6-1 encajado en Bolivia) en la fase de clasificación. Se trata del paupérrimo juego y la nula falta de criterio que está mostrando Maradona como técnico. Un dato: en los once meses que lleva como seleccionador, ha contado con ¡76 jugadores!, el último de ellos Higuain. En fin, que la vieja pregunta de Víctor Hugo Morales al héroe de México 1986 -«barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?»- ahora se la hacen a Maradona a cuenta de sus disparatas convocatorias y rácanas estrategias.
Peor, de todas formas, que esta cifra desorbitada de convocados es que ninguno de los grandes futbolistas argentinos parece ser capaz de rendir a las órdenes de Maradona. El gran ejemplo es Messi, al que la crítica atiza sin desmayo. Comparado con el que deslumbra en el Barcelona, el de Rosario es un ánima del purgatorio con Argentina. Pero su caso no es único. Riquelme decidió abandonar la albiceleste por discrepancias con el seleccionador, Mascherano es un correcaminos desesperado, Aimar cuenta muy poco... Ni siquiera Agüero encuentra hueco en el equipo de su suegro. Que el ídolo de Argentina sea Palermo lo dice todo sobre el estado ruinoso de una selección sin rumbo. Argentina es un agujero negro que se traga el talento de unos futbolistas, atormentados por el héroe de su infancia, a los que sólo les queda la épica; la que necesitaron para sobrevivir bajo el diluvio ante Perú y la que necesitarán en Montevideo para librarse de un fracaso histórico.