Zaplana se fue antes de caer en desgracia
MADRID Actualizado: GuardarEl líder de los populares es más nervioso de lo que parece, su ansiedad se expresa en un tic imparable de la pierna o en la forma de chafar los puros en el cenicero. Es difícil encontrar a alguien que le haya visto alguna vez perder los papeles, dar gritos a sus colaboradores o salirse de sus cabales. «Aznar o (Rodrigo) Rato te abroncaban, pero él no discute nunca ni te riñe, simplemente se aleja de ti», explica un damnificado por el desamor del líder.
Es su modus operandi. El castigo es la indiferencia. Si se trata de alguien cercano deja de llamarle, de despachar con él y de seguir su trabajo. Sin más. El afectado tarda más o menos tiempo en darse cuenta y, en algunos casos, nunca llega a saber qué pecado cometió. Es más, ha relevado a personas de su puesto y ha encargado al sucesor que comunique la decisión al cesado. Su insistencia en el ninguneo a un cargo de confianza llegó a niveles inusitados con Ángel Acebes. Mantuvo al que fuera secretario general del PP hasta 2008 en el más absoluto ostracismo antes de desprenderse de él tras haber perdido las últimas elecciones.
El otro puntal del PP en la anterior legislatura, el portavoz parlamentario Eduardo Zaplana, fue más hábil y tomó las de Villadiego en cuanto olfateó el peligro. Zaplana dejó la política y se encaminó al mundo de la empresa privada al darse cuenta de que el jefe había decidido prescindir de sus servicios.
Le costó mucho menos deshacerse de María San Gil y renovar el PP del País Vasco. Parecía una tarea imposible por el buen cartel de la dirigente donostiarra dentro del partido, pero fue suficiente con situarla ante la misión de redactar una ponencia política en la que debía imprimir un giro aperturista a su oposición radical a los nacionalismos. Cuando ella puso el grito en el cielo y amenazó con la dimisión, dejó que los adversarios internos de la entonces presidenta de los populares vascos hicieran el resto.
Aún más fácil resultó remover a Josep Piqué del liderazgo del PP catalán: dejó a Acebes el papel de verdugo y no se anduvo con remilgos.