CUARTO DE PALABRAS

La levedad del Ser

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Si al título le incrusto «insoportable» me sale un peaso libro de Kundera, un pelotazo. Pero esto no da para una novela (a lo más, el pelotazo). Kundera, que tenía una formación musical, cuando se pasó a la literatura se trajo el término polifonía para situarnos en la coexistencia de varias situaciones que se intercalan en un texto sin que ninguna de ellas llegue a ser la dominante (...no voy de tesis, ya voy a cambiar el registro). «¡Iííííííííín, cabrón!» (cambio brusco, ¿eh? Voy al pelotazo). Situemos la acción en el Carranza, tras la portería del Fondo Sur, desde cuyas gradas las voces empujan a los jugadores amarillos para que tengan «la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan bello que no pueden admirarse en la belleza de su vuelo» (por mi mare que esto también es de Kundera), quiero decir, se desbordan los sentimientos y la pasión se musicaliza como un evangelio, «¡Cantaremos todos unidos, alzaremos fuerte la voz!, ¡oeeee Cadi eeeee!» Entre esa situación y la del juego amarillo (nada que ver con la mariposa del checo), un vigilante sentado en un banquete con un walki, de espaldas a la vida, clava los ojos en la polifónica como si fuera una coral de según San Mateo... Decía Stevens que el que se deja llevar de sus pasiones es un esclavo del primero que sepa observarle. Este es el que sabe observarles, el vigilante: «Quillo, corto» (¡Bien Kiko, bien, pisha!) «Qué, corto» (¡Ese Cadi, oé!), «¿De qué te ha puesto tu parienta el bocata? corto» (¡Ese Cadi...!), «De chope, corto» (¡Uiiiii!) «A mí de morcilla, pero me da ardentía...». pun, pelotazo en toda la oreja y walki al carajo (¡Tonto tonto tonto!)

El desenlace es el pitido final. La puntería de la mariposa ha dado en desilusión a la pasión, la marea de esclavos del tío con la oreja roja y ardentía pulula por la avenida... Es la levedad del ser, insoportable (un bastinazo el Kundera, tú).