LA RAYUELA

La indiferencia

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Los indiferentes es una novela que Alberto Moravia escribió en la Italia fascista de 1929 en la que relata la indiferencia moral de una familia y de un país que asistía al ascenso del régimen de Mussolini con resignación, amparados en la aparente imposibilidad de oponerse, caídos en una abulia moral que les mantenía cívicamente inertes frente a los desmanes públicos o privados. Fue una de esas lecturas que marcó mi juventud por el evidente paralelismo con la España adormecida del régimen franquista, cuya indiferencia, si no colaboración y entusiasmo con la dictadura, nos resultaba entonces, tan jóvenes, incomprensible e intolerable. Muchos años después vuelvo a Moravia en busca de los ambientes morales que hacen posible la realidad política que estamos viviendo en ambos países, marcada por la indiferencia del electorado ante la inmoralidad de parte de la clase política. Aunque el caso de la Italia de Berlusconi vaya mucho más allá de lo que aquí sucede con la trama Gürtel en la Comunidad Valenciana, me asustan los casos Camps o Fabra como síntomas de procesos de deslegitimación de la democracia más graves, como los ya perpetrados por el berlusconismo italiano.

Me resisto a creer que el éxito electoral de Berlusconi nazca de la envidia de los italianos como él pretende. Creo más bien que nace y crece en la indiferencia moral de un pueblo que se ha visto defraudado por la política y sus actores, de cualquier signo ideológico. Han asumido la democracia como el menos malo de los regímenes posibles, sin un atisbo de fe en sus contenidos ideológicos y morales. Y para nada en su primacía sobre la economía o la religión. Quizás haya un pecado de origen cuidadosamente olvidado: el colaboracionismo y entusiasmo de la mayoría del pueblo italiano con Mussolini y la reinvención de un pasado partisano minoritario y en ocasiones oportunista. Algo de lo que algún día habrá que hablar aquí.

Pero volvamos a la patología española como síntoma del berlusconismo que nos amenaza. Lo mismo que no entendía la indiferencia de entonces, me cuesta comprender que después de conocer las mentiras, los regalos, el tráfico de influencias, los tejemanejes judiciales, las defraudaciones y la soez actitud moral de estos dirigentes políticos, los votantes no les castiguen significativamente con su intención de voto. No puede explicarse sólo con el control de los Medios regionales como el Canal Nou, que daba las novedades del caso Gürtel en noveno lugar, el día en que se vio obligado a hacerlo por ser la noticia de portada en toda España. Tampoco creo que sea envidia de estos políticos, aunque siempre vayan tan bien vestidos y conjuntados.

Creo que el hilo de Ariadna es el de la indiferencia. Una indiferencia que tiene resabios de aquello de que «todos los políticos son iguales», que se ha visto reforzada por una joven democracia donde casi nadie dimite ni se entiende la distinción básica entre responsabilidad política y judicial.

Me reconforto con la denodada lucha de los buenos periodistas contra esta indiferencia moral y comparto su perplejidad. Eso nos separa básicamente de Italia: en España la prensa es, por ahora, inamordazable, auque haya, cómo no, amarillismo y manipulación. Pero cada vez más, el entramado de política, medios de comunicación, judicatura y negocios es más espeso, y con ello, la indiferencia gana prestigio, sobre todo entre los jóvenes. Realmente, ¿no podemos evitarlo?