El secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, durante un acto oficial en el Parlamento autonómico. / EFE
ESPAÑA

«Cualquier movimiento precipitado puede mandar a El Curita al infierno»

MADRID Actualizado: Guardar
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El Bigotes lo intentó todo para frenar el escándalo de los trajes y no perder así el favor de su «amigo del alma» Francisco Camps. Días antes de su detención y tras conocer que la Fiscalía Anticorrupción había citado a finales de enero a José Tomás, el sastre de Forever Young, Álvaro Pérez se lanzó a una vorágine de gestiones y llamadas telefónicas para montar una coartada, de la que era partícipe el secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, que estuvo al tanto de esta operación, según las grabaciones que figuran en el sumario.

La consigna fue salvar la figura del presidente de la Generalitat valenciana: «Cualquier movimiento precipitado pueden mandar a El Curita (apodo con el que conocían a Camps) al infierno», según uno de los letrados de los imputados, Manuel Delgado.

Son un centenar de llamadas entre el 20 y el 24 de enero de este año, semanas antes de las detenciones del jefe de la trama, Francisco Correa, y sus tres hombres de confianza, Pablo Crespo, Antoine Sánchez y el propio El Bigotes. El nerviosismo es evidente, sobre todo en Pérez, que sabe que el asunto de los trajes puede ser «un putadón para El Curita». El Bigotes, que reconoce estar «absolutamente jodido», dice que «conoce muy bien a su amigo (Camps)» y que «sólo decirle» que hay posibilidades de que su nombre salga relacionado con la corrupción «supone romper su relación» y quedarse sin la mina que supone la Generalitat valenciana para su empresa, Orange Market.

En los pinchazos, el testaferro de Correa lamenta que el escándalo pueda llegar en el mejor momento político de Camps, que ahora «está por encima del bien y del mal y se cree Dios», como «el del bigote», en referencia a José María Aznar al final de su última legislatura.