La insurrección de la generalidad
Actualizado: GuardarEl pasado martes se cumplieron 75 años de la insensata insurrección de la Generalidad de Cataluña contra la legalidad constitucional de la II República, al proclamar el presidente Companys el Estado Catalán el 6 de octubre de 1934. Se discute si la proclamación del Estado Catalán fue una insurrección separatista, o un acto de solidaridad con la izquierda del resto de España en su intento de evitar la llegada al poder de la CEDA. No admite duda que la alocución de Companys desde el bacón del Palacio de la Generalidad en la que declaró que «En nombre del pueblo y del parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española», fue un acto de insurrección contra el Orden Constitucional, llevado a cabo con el inestimable apoyo de los Mozos de Escuadra, que en aquella época se denominaban Escuadras de Cataluña, pequeña fuerza de apenas unos cientos de hombres dedicadas a la seguridad rural en Barcelona.
Tarradellas a pesar de haberse solidarizado aquel día con Companys, posteriormente calificó el golpe como un inmenso error, como una autentica tragedia. No entraré en cuestiones políticas que de sobra son conocidas, aunque cuidadosamente soslayadas, tan solo recordar que, la proclamación del Estado Catalán tuvo su desafortunado precedente el mismismo 14 de abril de 1931, cuando Maciá -antiguo coronel de Ingenieros- proclamó la también fallida Republica Catalana.
Desde un punto de vista militar. la insurrección fracasó porque fue diseñada y ejecutada por un aficionado: el Consejero de Gobernación de la Generalidad José Dencas, y en contra tuvo una profesional planificación de un Estado Mayor cualificado, bajo la dirección del autentico héroe de aquella jornada: el General Batet, quien con su sensata, y decida actuación logró sofocar la rebelión de forma prácticamente incruenta.
Por orden del consejero Dencas, los mozos de escuadra fueron concentrados en el Palacio de la Generalidad bajo el mando directo de su jefe, el comandante Pérez Farras, y de los capitanes Escofet y López Gatell, cuya profesionalidad no pudo imponerse a la improvisación de sus jefes políticos. Fueron reducidos por las fuerzas gubernamentales sin mayor dificultad, no pudiendo intervenir la mitad de los mozos porque salieron a cenar fuera del Palacio, y ya no pudieron volver. Dencas no había previsto logística alguna.
La responsabilidad penal de los Mozos de Escuadra y sus jefes militares y políticos fue innegable. Fueron detenidos. Companys pasó por el Penal de El Puerto y los jefes militares por el castillo de San Sebastián. Condenados a muerte, posteriormente indultados por el presidente de la Republica Niceto Alcalá Zamora, amnistiados en 1936 tras la victoria del Frente Popular y readmitidos en el Ejército.
De todos ellos quien tuvo mayor relevancia posterior fue Federico Escofet, elegante capitán de caballería, perteneciente a la burguesía catalana, simpatizante catalanista, quien llego a ser Ministro del Gobierno de la República en el exilio. La actuación como militares, aunque destinados en los Mozos de Escuadra no les eximió de su grave responsabilidad, ya que una vez declarado el estado de guerra debieron haberse puesto a las órdenes del General Batet y del Gobierno de la Republica. Su defensa no tiene defensa, por muy incomoda que les pudiera haber resultado el mantenimiento de la legalidad constitucional, primero por no prevenir la insurrección de la Generalidad, que era todo un secreto a voces, segundo por no evitarla, y tercero por secundarla.
En el alegato de defensa expuesto brillantemente por el Coronel Moracho en el correspondiente consejo de guerra, entre otras cuestiones, adujo que «el Gobierno Central, en las demasías cometidas por la Generalidad desde la aprobación del Estatuto, jamás les ha ido a la mano para frenar los excesos. aceptando como buenas y legales, las rebeliones en que muchas veces se ha vivido contra el Poder Central» ¿Así estaban las cosas? En cualquier caso, es conveniente conocer la historia para evitar que se repita.