Un trabajador entra en las dependencias del Hogar, que acoge actualmente a 23 personas. / L. V.
Jerez

La crisis modifica el perfil de los enfermos de SIDA que son atendidos por Siloé

Muchos han perdido su trabajo y van al centro de día porque necesitan una ayuda puntual

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El Hogar Siloé cumple diez años de existencia con la satisfacción del deber cumplido. Un objetivo que sus fundadores se marcaron desde un principio y al que han sido fieles durante toda una década, como es el dotar de calidad de vida a los enfermos de SIDA. En todo este tiempo la asociación ha cobijado a 263 personas, y en la actualidad 23 de ellas habitan en sus instalaciones.

El perfil de los usuarios en principio parece claro, puesto que se trata de personas que por contacto sexual o por consumo de drogas han acabado contrayendo el VIH y se encuentran en total desamparo. Sin embargo, últimamente sí ha cambiado en algo la tipología del usuario, como explicó ayer Antonio Barrones, director del Hogar, lo que ha conllevado un incremento de la demanda en el centro de estancia diurna.

«Ha cambiado en algo el perfil, porque ahora se trata de gente que antes tenía un trabajo estable y lo ha perdido, por lo que necesita un centro donde pasar el día y a lo mejor un servicio de comedor, pero de forma puntual hasta que la situación cambie. Son personas con circunstancias más normalizadas, pero que en un determinado momento viven una situación más complicada».

Sea de una forma u otra, la demanda no cesa, aunque la lista de espera ha pasado de ocho meses durante el verano a sólo tres en la actualidad, con un total de 22 solicitudes, y siempre teniendo en cuenta que el periodo se amplía a casi un año en el caso de personas que sufren graves problemas de dependencia. En el Hogar, los inquilinos disponen de una atención médica personalizada, además de profesionales especializados como psicólogos, trabajadores sociales y fisioterapeutas.

Labor del voluntario

No hay que olvidar tampoco la labor de los voluntarios, que contribuyen desinteresadamente a suplir las carencias que presentan estos enfermos, especialmente las de tipo afectivo. «Estamos orgullosos de sembrar esperanza y de haber ayudado a vivir a muchas personas -expresó con rotundidad la presidenta de Siloé, Rosalía Bejarano-. Esta es una gran familia donde cada uno aporta su granito de arena para que todos tengan unas condiciones dignas, con calor y cariño».