Una vida cargada de luz
La avenida de Voltaire es actualmente una de las referencias como barrio del nuevo Jerez que se extiende por la zona norte, en las inmediaciones de Hipercor
JEREZ Actualizado: GuardarEl cielo está un tanto filosófico. Se debate entre llover o no llover ¿He ahí el dilema? Lo cierto es que se sienten los primeros conatos de un otoño clásico: chaparrones súbitos, calores del membrillo y nubes que van y vienen caprichosamente. El Voltaire jerezano -hablamos de la avenida- está hoy levantisco. Del otoño no se puede esperar otra cosa. Desatenta a todo este dilema del asunto climático está la tienda de Hipercor. La tienda, como les gusta a los propietarios que la llamen. Una tienda nada convencional, pues son varios cientos de metros cuadrados dedicados a todo aquello que usted busque. Los aparcamientos se están llenando de vehículos que conducen devotos de esta nueva religión a la que llaman consumo. Es de suponer que Voltaire también se hubiera opuesto a este «opio» para el pueblo. El filósofo francés, icono de la Ilustración, siempre lucho en sus escritos contra toda creencia solapada de fanatismo y sinrazón. Pero Voltaire era como el cante de ida y vuelta. Era capaz de colocarse a ambos márgenes del río y defender posturas antagónicas. Está claro que la mañana se ha levantada un tanto voltairiana.
Pero la tienda está muy bien puesta donde está. Los vecinos de las urbanizaciones cercanas no cuestionan si el día está un tanto agreste o si la gran tienda sobra al otro lado de la avenida. «Para nosotros es un privilegio. La tenemos ahí enfrente y sólo es necesario cruzar dos pasos de peatones para entrar a comprar, si acaso, medio kilo de zanahorias», comenta una vecina tras unas gafas de sol que le tapan medio rostro.
Pepa Bazán piensa que Hipercor está muy bien puesto donde está. Que nadie lo cambie de sitio a cambio de un Ikea. «Jamás pensé que el negocio pudiera ir tan bien. Es más, creo que acerté de pleno cuando decidí abrir en esta avenida. El paso de vehículos es continuo y por aquí pasan muchas personas cada día. Así que mi taller se ha visto muy beneficiado», afirma. Pepa tiene un taller de costura. Desde hace un año, dio el salto y montó un negocio por su cuenta ¿Quién ha dicho que faltan iniciativas entre los ciudadanos? Al mal tiempo que parece sobrevolar por la mañana voltairiana buena cara.
Pepa está acabando de cogerle los bajos a un pantalón. Acaba de llegar el rejoneador Antonio Domecq con su señora a recoger los uniformes de los pequeños. Pepa los tiene ya preparados. «Pues no veas el otro día. Me dio un porrazo un toro cuando iba a descabellar», explica Antonio. Un vendaje un tanto moderno rodea el antebrazo del bueno de Antonio que lo cuenta como una anécdota. «Yo lo sabía desde un principio que me iba a dar la del pulpo. Pero en momentos así no hay más remedio que arriesgar», aclara el torero a caballo.
Pepa continua con sus pedidos. «Hay de todo. Desde broches para un bolso hasta corsetería que hay que arreglar. Y muchos trajes de fiesta que hay que adaptar al cuerpo del cliente. La verdad es que, a pesar de la crisis, no me va mal», asegura.
Pepa Bazán sigue con su trabajo de dar puntadas a cada dobladillo, desatendida de lo que ocurre en el mundo exterior porque existen pocos oficios que abstraigan más que la costura. La radio, muy de fondo, da las últimas noticias. Ya se sabe, que el Madrid juega en Europa y que Madrid puede ser sede olímpica. Que ha llovido más de la cuenta en el levante español y que los presupuestos generales están comprimidos en un pendriver. Todo muy edificante. Pero Pepa está al margen de lo que ocurre en el mundo. Su atención está ahora fijada ahora en la puntada de un pantalón gris marengo.
Tapas
Más allá está Cal Juan. Se trata del bar que conduce Juan Neme. Juan hace ya bastantes años que salió de su Argentina natal para llegar a Barcelona. «Allí he estado más de veinte años. Siempre trabajando en la hostelería. Llegué a ser reconocido incluso en la Ciudad Condal. Pero bueno, se llega a una edad en la que se prefiere calidad de vida. Aunque se gane menos dinero», subraya. Cal Juan es lo mismo que decir Casa Juan. Sin embargo se decidió en colocarlo en catalán porque «había más de diez mil registros hechos como Casa Juan en toda España. Así que decreté en llamarlo Cal», subraya. En Cal Juan las tapas son instantáneas. No hay escaparate para los platos. Unas anchoas del cantábrico con queso de cabrales o un pulpo a la gallega. Todo listo para prepararse en cinco minutos.
Colgado sobre el botellero del bar está la camiseta del Boca Junior. Equipo mítico de Argentina o sede canóniga de esa religión heterodoxa donde la mano de Dios aprendió a tocar un balón de fútbol. El equipo del Pive, del Pelusa, de Diego Armando Maradona corriendo por el centro del campo hasta encajarle un gol histórico a la todopoderosa Inglaterra. Pero con la camiseta del país de la plata. Si alguien tiene curiosidad por ver cómo es la camiseta del Boca, ya sabe donde existe una pequeña capilla donde se profesa la religión del astro argentino. «Yo soy también del Madrid. Aunque me he tirado muchos años viviendo en Barcelona, mi equipo es el merengue», aclara Juan.
Antoñito
Justo antes de llegar al edificio APEX, un blanco bloque con amplias cristaleras que situado en la esquina de la avenida, está el restaurante La Linde. El encargado del establecimiento es Ismael Carreño. «Somos un restaurante fundamentalmente. Y estamos especializados en carnes de caza», argumenta Carreño.
En la terraza de La Linde está Antoñito, el jugador del Xerez. Ahora sí que se puede disfrutar de la mañana porque ha decidido romper a bueno. El sol aparece en todo lo alto y el azul cielo de Jerez se abre ante la mirada del delantero xerecista. Se acabó el entrenamiento y es hora de repostar energía. «Aquí se vive muy bien. Es una zona estupenda», comenta el futbolista.
Además de Antoñito, también viven algunos jugadores del club azulino. Y un poco más allá de Voltaire está la residencia del Cuco Ziganda. Se habla un poco de fútbol con el jugador. De aquello y de lo otro. Y después volvemos de nuevo a la avenida. «Que sí, hombre. Que puedes poner que vivimos estupendamente en esta zona. Yo además de ser vecino hago mucha vida en el barrio. Como me ves aquí estoy en la terraza. Pero además hago las compras en la calle. Aquí se está muy a gusto», vuelve a subrayar.
Y así es como la avenida casi se estrella con la salida de la ciudad. Al fondo están los concesionarios de vehículos con sus grandes escaparates. Finalmente la luz cegadora le ha ganado la batalla a las misteriosas nubes otoñales. Jerez es así cuando llegan los membrillos. Voltaire lo clavó cuando dijo aquello de «el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo». Pues ya se sabe. si quieren saber algo más sobre Voltaire, tendrán que internarse en sus amplias aceras. Una avenida joven que se convirtió en barrio.