![](/cadiz/prensa/noticias/200910/04/fotos/1018161.jpg)
La metamorfosis liberal
Su ascenso electoral ha convertido al líder del FDP, Guido Westerwelle, en el político de moda de Alemania
CORRESPONSAL. BERLÍN Actualizado: GuardarEl periódico Bild es temido, admirado y odiado en Alemania, pero tanto sus seguidores como sus enemigos aceptan que el rotativo es quizá el más influyente del país y que tiene la rara habilidad de descifrar los entresijos de la política germana con grandes titulares en su primera pagina. Esta fama volvió a quedar demostrada el lunes pasado, cuando el diario dedicó la mitad de su portada al presidente del Partido Liberal, Guido Westerwelle, el gran triunfador de las elecciones.
Pero fue un homenaje especial marcado con un raro cariz sentimental. El Bild, en lugar de referirse a las cualidades políticas de Westerwelle o a la estrategia que diseñó para convertir a su partido en la tercera formación de Alemania, prefirió publicar una foto que mostraba al líder liberal unido, en un tierno abrazo, a su compañero sentimental, el apuesto empresario de eventos deportivos Michael Mronz.
«Su hombre le hace fuerte», apostilló el Bild en un titular que coronó a Westerwelle y a su compañero Mronz como la «nueva pareja poderosa» del país. «Le da seguridad y lo apoya cuando tiene un problema. Sobre todo por su forma de ser, serena y reflexiva», aseguró el periódico.
El insólito titular del Bild no sorprendió ni escandalizó a nadie en el país a causa de una iniciativa personal del propio Westerwelle, que hace cinco años decidió salir voluntariamente del armario, cuando llegó a una fiesta de cumpleaños de Angela Merkel en compañía de su pareja sentimental. La foto de ambos fue portada en toda la prensa germana y desde entonces, dicen quienes le conocen de cerca, Westerwelle cambió. «Hasta ese día era miedoso, retraído y vacilante. Pero después de la fiesta, su autoestima aumentó casi a diario», dijo un veterano periodista. «Dejó a un lado su figura de payaso político, adquirió un aire de estadista y se convirtió en un tribuno popular».
Es cierto. Cuando Guido Wersterwelle asumió la presidencia del FDP en 2001 intentó disfrazar su timidez con una forzada imagen de político divertido que utilizaba todos los escenarios posibles para proyectar su imagen de joven yuppie. Incluso pintó en la suela de sus zapatos el número 18, en un intento de convencer a la nación que su partido podía alcanzar en las elecciones de 2002 ese mismo porcentaje de votos y tampoco desestimó una invitación para participar en Big Brother (Gran Hermano). Su actuación se recuerda con malicia.
La rebuscada frivolidad la pagó en las urnas y en lugar de alcanzar el mágico 18%, su partido obtuvo un pobre 7,4%. Gerhard Schröder siguió siendo canciller, Stoiber regresó a su amada Baviera y Westerwelle, tras admitir su fracaso, comenzó a reflexionar sobre su futuro y el camino a seguir para regresar al poder.
Incómodo rincón
Su voluntaria salida del armario fue parte de su plan y su posterior metamorfosis, estudiada hasta el último detalle, debía ayudarle para sacar a su partido del incómodo rincón de la oposición y regresar al poder con Merkel como canciller en 2005. A pesar del buen resultado electoral (9,8%), la oportunidad se le fue de las manos a causa del ajustado resultado que obtuvo la líder de la CDU (35,2%).
Aun así, Westerwelle tuvo la posibilidad de formar una alianza con el SPD y los Verdes, como era el deseo de Schröder. Ante el temor de que su partido se contaminara con la mala imagen que ya tenía la coalición rojiverde, rechazó la invitación y se propuso convertir a su partido en la oposición burguesa de la gran coalición.
Al mismo tiempo, enterró para siempre su imagen de político divertido, acabó con la tradición que tenía su partido de ser un club que favorecía a los empresarios y buscó el apoyo de jóvenes profesionales. Prometió una rebaja fiscal de unos 35.000 millones de euros, declaró la guerra al salario mínimo y a las leyes que protegen el despido -«la única forma de luchar contra el paro»- y proclamó su nueva doctrina: el FDP debía de ser un partido para todos los alemanes.
El trabajo del gobierno de gran coalición le ayudó a completar su plan. Cada vez que la canciller daba un giro hacia la izquierda y se apropiaba de las tesis mas queridas de la socialdemocracia, el FDP aumentaba su clientela electoral. Decepcionados con el giro de Merkel, miles y miles de fieles electores de la CDU comenzaron a votar por el FDP y Westerwelle se convirtió en la última esperanza de un considerable número de conservadores.
La frustración de este colectivo, provocada por los compromisos del gobierno de gran coalición, se convirtió así en un rico fertilizante para los éxitos electorales que vivió el FDP en los últimos cuatro años. Sin duda, el más espectacular de todos lo obtuvo el domingo y ahora puede convertirse en el primer vicecanciller gay que haya tenido nunca el país y posiblemente también en titular de Exteriores o superministro de Economía y Finanzas.