La agenda pendiente
Actualizado:Con independencia del resultado del segundo referéndum irlandés sobre el nuevo Tratado de Lisboa, está claro que en las consultas populares sobre el proceso de integración lo de menos es el contenido del texto que se somete a consideración. Los irlandeses han votado pensando en la relación global de su país con la UE y la necesidad de seguir atrayendo inversión extranjera para salir de la crisis económica. Lo han hecho sin despejar por completo sus miedos a que las instituciones europeas tomen decisiones contrarias a su identidad y a sus valores predominantes o simplemente sin contar mucho con ellos, y recorten los subsidios agrícolas o favorezcan a otras regiones de la Unión de 27 países. Ahora ya sólo queda esperar al escrutinio oficial y, si sale el ‘sí’ en Irlanda, conseguir la ratificación de Polonia y de la República Checa (ambos presidentes siguen buscando excusas para no firmar el nuevo pacto) y hacerlo antes de que David Cameron, el líder conservador británico, gane las elecciones. La intención del probable nuevo inquilino del 10 de Downing Street es promover un referéndum sobre el Tratado de Lisboa sólo en el caso de que no haya entrado en vigor, una propuesta electoral populista y miope.
En todo caso, una vez se despeje esta ratificación y la Unión salga del laberinto en el que entró con la preparación de la fallida Constitución Europea, hay que atender a los que son sus retos principales, consolidar la Europa de 27 países, afrontar las posibles nuevas ampliaciones, luchar contra el proteccionismo económico que ha florecido durante la crisis y aprovechar la escala europea para añadir prosperidad y libertad a sus Estados miembros. Por supuesto, también potenciar la proyección de la UE en el mundo con una sola voz y con capacidad de interlocución, en primer lugar con EE UU y con las potencias emergentes. La agenda pendiente es impresionante y requiere liderazgo y capacidad de formular un proyecto atractivo que revitalice la integración europea. Tal vez dentro de unos meses nuestros dirigentes acaben echando de menos los tiempos en los que pensaban que el reto europeo principal consistía en aprobar un nuevo tratado.