El coro Voces de Santander, ayer en el escenario del Gran Teatro Falla. / VÍCTOR LÓPEZ
Sociedad

Al Falla llega una paloma

Ocho grupos corales llenaron ayer el teatro gaditano con el I Festival de Habaneras De la Habana a Cádiz

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Al Falla llegó ayer una paloma, esa de trátala con cariño, que es mi persona. Fue a eso de las nueve, cuando el templo del tanguillo se rendía a la habanera, al lunar que tienes junto a la boca, al velero lleno de ron que se fue a pique camino de Nueva York. Festival de Habaneras De la Habana a Cádiz. Ese era el título de una propuesta de la UNED que llenó el patio de butacas y algunos palcos con más canas de zapatillas de deporte, pero que al fin y al cabo, se llenaron.

Se abre el telón. Son viejos conocidos. El coro Caleta de Cádiz, los más habaneros de los chicos de Julio Pardo, más ellos en el final de la actuación. Sonaban las Habaneras de Cádiz, el himno oficioso que escribió Antonio Burgos y en el puesto de sonido controlaba la situación el corista Julio Pardo. «Ha sido un honor abrir este festival», decía orgulloso el carnavalero, que rompía una lanza por el género. «Es que en Cádiz tenemos muy olvidadas las habaneras, porque las hacemos tanguillos, pero no recordamos a la madre».

En el escenario sonaba dulce La Paloma, -«Ay chinita que sí»- y entre bambalinas, José María Santamaría Sánchez se apañaba para matar el hambre con un montadito de jamón de york tras un día de infarto. El organizador del evento, coordinador de Atención Universitaria del Centro de la UNED y miembro de Plectrum Gaditanum demostraba además que, para teorías musicales, los colores. «Muchos se olvidan que cuando cantan un tanguillo, están cantando una habanera», decía. Recapitulemos: «Es un género musical que procede de los tanguillos de Cádiz y que se dulcifica en el Caribe. Allí toma los temas característicos». Pónganse en situación. Último tercio del XVIII, la Habana, Cuba se está convirtiendo en un país. Por los muelles circulan los desterrados del mar. «Allí surgen las letras de la revolución, el amor, la nostalgia... Se fragua el estilo», explica el titular de Derecho Civil.

Música de puertos

El mar hizo el resto al repartir el soniquete por todos los puertos del mundo, transportado en la bodega del corazón de los que cambiaron su tierra por el agua. Como pequeñas esporas, se repartieron por el mundo, no sólo hasta Cádiz o el Levante.

La demostración la tiene Vicente López, empleado jubilado de Banca que cambió las letras de pago por las del coro que dirige, Herbeira. «Somos un grupo de amigos de Cedeira (Galicia) que empezamos a cantar en las misas». Ayer les escuchaba el Falla, en Cádiz, a pocos metros de La Caleta, que es plata quieta.