Ratas
Actualizado: GuardarDurante la guerra francoprusiana de 1870, París sitiado pasaba privaciones. En la carta del afamado restaurante Voisin, junto a los platos cuya materia prima provenía del zoológico, como consomé de elefante o camello estofado, se ofrecía ‘le chat flanqué de rats’. Pocos años después, durante el sitio de Bilbao de 1874 por los carlistas, las ratas llegaron a venderse en el mercado negro al elevado precio de una peseta.
La Historia enseña que cuando ha cundido el hambre nos hemos comido a las ratas. Y sin embargo, en condiciones de vida aceptables nos hemos dedicado a exterminarlas como a una plaga insalubre. Recuerdo que a mis 14 años, es decir, hace casi 36, mi abuelo Juan Bas y yo nos lo pasábamos en grande cargándonos a las abundantes ratas del sucísimo patio desde la ventana de su cocina. Para nuestra modesta cacería nos valíamos de dos carabinas de aire comprimido, vulgo ‘chimberas’, de pequeño calibre 4,5 milímetros, mas suficiente para tumbar a los malditos roedores, como hubiese dicho el gato Jinks.
Hoy en día el exterminio es racional y en armonía con el ecosistema. Leo que en Bilbao se ha llegado a limitar la población de ratas a unas 400.000, una por ciudadano. No sé si en estos tiempos esa reducción es buena idea. Quizá se debería hacer todo lo contrario: fomentar la cría de ratas con adecuados piensos –para evitarnos un mal de las ratas locas–. Así, si la crisis económica arrecia, tendremos algo de carne fresca barata que llevarnos a la boca. Porque una rata por cabeza es muy poca pitanza. Estoy seguro de que nuestros grandes chefs se afanarán para preparar gollerías con tan apañados roedores. Y también se les puede aplicar el nuevo IVA aumentado.