Empantanados
Actualizado: GuardarA penas ha transcurrido año y medio de legislatura, pero la depresión generalizada que ha traído la crisis económica y el estancamiento que se ha adueñado de la política española resultan tan extenuantes que parece haber pasado ya un tiempo interminable desde las elecciones de 2008. En estos meses, la distancia entre el Gobierno y el PP se ha agudizado al compás de las dificultades que van asaltando a ambos partidos, sin que ninguno de ellos logre que sus bazas sobre el adversario se consoliden para dar la impresión de que la legislatura avanza en alguna dirección concreta; en alguna dirección que no sea sólo la de llegar a la recta final hacia las generales de 2012 bien como superviviente de la crisis -en el caso de Zapatero-, bien como aspirante con opciones reales de recuperar La Moncloa -en el caso de Rajoy-. Empantanados en una pugna infinita, a la que ni socialistas ni populares terminan de cogerle el tono, el presidente va consumiendo su segundo mandato a trancas y barrancas, sin que el Gobierno dé muestras de poder recobrar la iniciativa, pero sin que el PP consiga erigirse tampoco en referencia ineludible para las minorías parlamentarias con las que precisa coincidir para escenificar la soledad del Ejecutivo.
No es extraño que ante lo agotadora que resulta cada negociación en el Congreso y la evidencia de que ya no va a producirse unidad alguna en el combate contra la recesión, tanto socialistas como populares hayan decidido dedicar buena parte de sus esfuerzos a ganarse la calle: unos, con la consigna de explicar mejor su confusa política económica; los otros, con la voluntad de denunciarla. Y ambos lastrados por sus propias cuitas internas, con un Zapatero que ya no parece tocado por el don de la imbatibilidad y un Rajoy que difícilmente va a poder seguir refugiándose en la espera paciente ante el sesgo que está tomando la trama Gürtel. La paradoja es que a los dos les es suficiente por ahora con seguir así, dado que los populares ven cómo las encuestas asientan sus expectativas electorales y el Gobierno tiene razones para confiar, antes de que llegue el bálsamo de la presidencia por turno de la UE, en la aprobación de sus Presupuestos más criticados. Y poder hacerlo, además, gracias al apoyo de un PNV que ofrece hábilmente pragmatismo mientras compara el ambiente político creado por el bipartidismo PSOE-PP con el que siguió al 23-F.