Adiós al último poeta clásico
Muere José Antonio Muñoz Rojas a pocos días de cumplir cien años, en su casa del campo de Antequera y rodeado de sus hijos
MÁLAGAActualizado:El poeta dijo adiós definitivamente a su tierra. José Antonio Muñoz Rojas murió la noche del lunes en su casa del campo de Antequera como consecuencia de la edad, como expresaron allegados y familiares. A pocos días de cumplir cien años (nació el 9 de octubre de 1909), el autor de Abril del alma y Las cosas del campo sólo había tenido un débil resfriado días atrás, pero desde hacía más de una semana no comía y apenas tomaba líquido. Sólo el marcapasos le mantenía con vida. El poeta, que murió sosegadamente en su cama rodeado de sus cinco hijos vivos, se fue de forma discreta, como ha sido su vida. Con su muerte se va uno de los poetas clásicos del siglo XX, Premio Nacional de Poesía, Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y Luis de Góngora, entre otros.
Hacía meses que repetía lo mismo a familiares, amigos y a cuantos le visitaban en su casa de la Casería del Conde, un cortijo blanco entre olivares, como diría su admirado Antonio Machado, y que fue siempre su refugio, parada y fonda en su viajada y larga vida. «Quiero morirme, soy muy viejo», manifestaba. Su amigo y también poeta Manuel Alcántara lo recuerda en su artículo de hoy en LA VOZ: «Yo debí morirme cuando se murieron mis amigos, me decía».
Su último refugio
Refugiado en la Casería del Conde pasó el último año, rodeado de libros, de recuerdos y la compañía de sus hijos y amigos que le visitaban. Todos coincidían en maravillarse de su extraordinaria lucidez pese a los años. «Sólo de vez en cuando se olvidaba de algo o repetía algo que ya había dicho», cuenta Antonio Parejo, uno de sus amigos y comisario de la exposición que sobre su obra y su vida se inaugurará el próximo día 7 en Antequera.
El autor de Cantos a Rosa y Ardiente jinete, dos de sus poemarios más reconocidos, se ha ido en el año en que se conmemoraba su centenario, cuyos actos continuarán celebrándose por expreso deseo de sus hijos. La Junta, que le concedió el título de Hijo Predilecto de Andalucía en 1992, le había designado autor del año para arropar los actos organizados por el Ayuntamiento de su ciudad natal. El presidente de la Junta, José Antonio Griñán, destacó ayer de Muñoz Rojas cómo en su «fecunda vejez servía de guía para muchos jóvenes escritores».
José Antonio Muñoz Rojas vivió su infancia con sus abuelos en una casa palacio de Antequera que él recuerda en dos de sus libros de prosa, Las musarañas y La gran musaraña, una morada colindante al convento de clausura de las Carmelitas Descalzas. Ayer, las monjas mostraban su pesar por la muerte de alguien que fue más que un antiguo vecino. Siempre mantuvo una vinculación muy estrecha con este convento, en cuyo columbario reposan los restos de su esposa y de una de sus hijas. Perdió a dos hijos en vida y eso también le afectó, pero el poeta conoció el dolor de la pérdida familiar muy joven. Su madre falleció siendo niño.
En la actualidad, las dos casas vinculadas a su infancia son sedes de colegios. Una de ellas, donde nació, forma parte de la fundación que los hermanos Muñoz Rojas crearon con la herencia de uno de ellos, muerto muy joven en la guerra civil.
El poeta pertenece a una familia de la nobleza labradora antequerana, descendiente de los conquistadores cristianos de la ciudad, los Rojas, como también evoca en su último libro en prosa El comendador. Realizó el bachillerato con los Jesuitas de Málaga y estudió Derecho en Madrid. Fue durante más de treinta años responsable de la Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo, donde favoreció un fructífero intercambio cultural con otros países y becas.
Este trabajo y la hacienda familiar en Antequera le permitió una vida sin apuros económicos. No vivió de la poesía, pero la poesía fue su vida, aunque huyó siempre del boato y los eventos del mundo literario. Quizás por ello su reconocimiento fue tardío, pero su producción literaria data desde muy joven. Su primer libro, Versos de retorno, es de 1929. Ya se movía en los círculos de poetas que nunca abandonó, tanto en Málaga -Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, José Moreno Villa, Alfonso Canales -, como en Madrid -José Luis Cano, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Gerardo Diego y Dámaso Alonso, entre otros-. Con todos ellos mantuvo relación y se carteó.
Conectado con la generación del 27 y con la siguiente a la posguerra, José Hierro, Ángel González, entre otros, se le ha encuadrado en la del 36, junto a Panero y Rosales. Sin embargo, los expertos en su obra coinciden en manifestar lo difícil de enmarcar al poeta antequerano. A muy pocos escritores del siglo XX se le puede atribuir una trayectoria literaria tan dilatada como la de Muñoz Rojas, que siguió escribiendo y publicando hasta pasados los ochenta años: Desde Versos de retorno a Entre otros olvidos (2001) median 72 años.
Humanista
La naturaleza, el amor, el paso del tiempo, los temas de siempre, inspiran su literatura. El profesor de la Universidad de Málaga, Cristóbal Cuevas, subraya su estética humanista en la introducción a su antología poética hasta 1980: «Su lira canta sólo aquello que interesa desde siempre al ser humano» y añade que «no le valen vacuos formalismos ni alardes técnicos».
Por ello hay coincidencia en etiquetarlo como un clásico: «Este libro es un remanso de verdad y hermosura, una suerte de ascesis impresa que llega de la mano de uno de los grandes escritores secretos de nuestros días, a quien su legendario retiro parece haberle proporcionado la profundidad de un clásico viviente», escribió Rafael Conte con motivo de la publicación en 1994 de La gran musaraña, uno de los preferidos de Muñoz Rojas junto a Las cosas del campo. Sobre este, que Muñoz Rojas escribió recién casado en la Casería del Conde, es conocida la frase de Dámaso Alonso: «Has escrito, sencillamente, el libro de prosa más bello y más emocionado que yo he leído desde que soy hombre».