MAR ADENTRO

Los juncos también sueñan

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Quizá quería ser primera figura cuando con ocho años amaneció en la academia de Paqui Braza. O cuando le descubrió Vicente Marrero. Y cuando la adolescencia tal vez le aconsejara otros rumbos, a bordo del cuadro de la Peña El Mellizo. O, finalmente, en la compañía de Cristina Hoyos que estaba allí el viernes, aplaudiendo y acompañando el que, por una vez al menos, los sueños se cumplan.

Siendo tan alto, es improbable que Juan José Jaén Arroyo, alias El Junco, sea de Cádiz. Pero lo dicen los papeles, su genética, el DNI y sus padres, que aplauden y lloran al mismo tiempo desde el patio de butacas del Gran Teatro Falla donde el viernes estrenó su primer espectáculo de altura desde Junquerías. Se titula Por un sueño y, algo extraño en los tiempos que corren, guarda un final feliz, con su esposa Susana Casas y el hijo recién nacido de ambos, subido a escena para recibir el aplauso del respetable por haber dado el cante desde el palco donde lo entretenían sus abuelos maternos.

Por farruca, tarantos, bulerías, alegrías, malagueñas, soleares y fandangos, ambos compusieron algo más que una de esas manoseadas imaginarias oníricas con que a veces nos sorprenden los bailarines cuando no tienen un buen libreto que llevarse a los pies.

Aquí, el guión se escribe a punta de tacón: El Junco es largo hasta en generosidad porque regala a su compañera y artista invitada unas lucidas alegrías acompasadas por un eficiente David Sánchez El Gayi y por la voz de David Palomar, el prodigioso viñero que no tiene inconveniente en escoltar al gigante del barrio de Santa María.

Paradojas de Cádiz, se trataba en principio de un espectáculo multimedia de danza flamenca, que sigue dando espectáculo a pesar de que no funcionara adecuadamente lo multimedia: atrevida producción de Azalea, con dirección artística y dramaturgia de Juan Javier Sánchez Marín que no sólo logra que los artistas no se pierdan en las tablas sino que permite que El Junco resulte magistral hasta cuando se cae. Como cómplice de excepción, también paisano, un jovencísimo Keko Baldomero cuyo creciente virtuosismo no hace que disminuya su talento, sino todo lo contrario. Él es uno de los responsables de la composición musical, junto con Ale Romero, que suma aquí su expresivo piano y el también guitarrista Juan Carlos Berlanga, que va a dar mucho que hablar. A las partituras se ha sumado la colaboración especial del sevillano Pedro Sierra y de cara al público, la percusión de Roberto Carlos Jaén.

Sobre todo hay kilómetros de intensidad y de belleza, claroscuros barrocos, diálogos con las nuevas tecnologías y esa rara percepción, la de que tras un desierto de décadas, lo jondo ha regreso a Cádiz para quedarse. Y es que más allá de espacios y privados, que también, una nueva generación ha decidido no exiliarse a otros mundos y mundillos, sino que mece otra vez la cuna de esos viejos ritmos gitano-andaluces, con su pizca del callejón de los negros, con cejillas de Patiño y malagueñas del Mellizo. Como Encarnita Anillo homenajeada el martes por la Cátedra de Flamencología en La Merced, los herederos del tirititao de Espeleta y del ojo tuerto de Aurelio. Y, con Chano, no trazan fronteras entre payos y gitanos sino que sólo se preguntan si son flamencos o no. El Junco, embutido en una especie de mono de repartidor de butano, parece desde luego una de esas aves zancudas que se guarecen en Doñana dos veces al año. También a él habría que anillarlo para saber a dónde le lleva el vuelo de su sueño.