COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

No es país para viejos

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En el país de la corrección política, a los niños hay que llamalos menores y a los viejos, mayores. En el país de la corrección política, a los mayores hay que venerarlos y tratarlos como una especie en extinción por el simple hecho de ser viejos y no podérselo decir.

En el país de la corrección política y en sus ínsulas de Barataria se celebra el Día del Mayor con el mismo entusiasmo con la que se celebra el Día de la Banderita, el del Cáncer, el del Domund o el del Sida, es decir, como si fuera un día de los otros en el que festejamos que a mí nunca me va a tocar. En el país de la corrección política y en sus reinos de taifas, a los viejos los ponen a bailar y les dan una merienda para recordarles lo que ya no pueden hacer, ni bailar, ni engolliparse con bollos a las cinco de la tarde. Y luego les ponen una película para que se duerman.

Y eso esuna maldad, qué quieren que les diga. Porque en vez de invertir en políticas sociales que garanticen una calidad de vida -que es como en lengua políticamente correcta se le dice a vivir tranquilo- a estos mayores -que lo vamos a ser todos- nos empeñamos en tratarlos como a niños a los que contentamos con un paquete de caramelos y olvidamos -porque la memoria sólo es políticamente correcta para otras cosas- que parte de nuestra tranquilidad descansa sobre ellos. Y de paso, les recordamos, pero sin decírselo, que les quedan dos telediarios y que ya están para lo que están, para el homenaje y para las meriendas. Y para nada más.

Vaya manera más políticamente correcta de celebrar la semana del mayor.