Bienvenidos al show de mi vida privada
Actores, cantantes, deportistas y famosos de distinto pelaje usan las redes sociales como Facebook o Twitter para desnudar su intimidad
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La foto de Demi Moore desprotegida, en ropa interior, es un símbolo que ilustra un palabro: extimidad, un concepto creado por el psicoanalista francés Jacques Lacan que en estos tiempos se reinterpreta como lo contrario de intimidad. Lo que antes se quedaba en la mesa camilla o en la cafetería, con los amigos, ahora es público en las redes sociales. La fiesta del sábado, los arrumacos con la novia, el botellón, las opiniones sobre el jefe. Fotos, vídeos, blogs. Súbito, hemos descubierto que nos encanta exhibirnos. Y en España, casi más que en ningún sitio: es el primer país de Europa y el segundo del mundo (tras Brasil) en internautas que participan en redes sociales (un 75 por ciento), según el último informe anual Sociedad en Red.
¿Por qué nos hemos vuelto unos exhibicionistas? Responde Paula Sibilia, autora del libro La intimidad como espectáculo (Fondo de cultura económica): «Ahora no hace falta haber hecho algo extraordinario o ser un profesional con voz autorizada para ganar la visibilidad y la celebridad, para conquistar el derecho a exponer públicamente la propia voz y la propia imagen. Se supone que toda experiencia es valiosa e interesante en sí; aunque sea banal y se exhiba o narre trivialmente, como en los reality-shows del tipo Gran Hermano. Hoy en día sabemos que hay que mostrarse y hay que intentar ser visto para ser alguien».
¿Quiere usted saber lo que estaba haciendo Paris Hilton en la madrugada del pasado miércoles? Viendo Californication, una provocadora serie televisiva que le viene como anillo al dedo a esta celebrity de vida disipada. Lance Armstrong, el siete veces campeón del Tour de Francia, usó Twitter para anunciar al mundo el nacimiento de su hijo Max, del que ha colgado varias fotos en la web. Igual que Ricky Martin, hecho un padrazo. Tras Ashton Kutcher, líder del microblogging (3.600.416 seguidores), encontramos a Ellen DeGeneres, actriz y humorista estadounidense, presentadora del programa The Ellen DeGeneres Show (3.272.366 fans); la gran rival de Oprah Winfrey (a la que supera con creces en Twitter) cuenta cotilleos de sus invitados («¿Fue un error poner una cámara en el camerino de David Beckham? ¡A él no parecía importarle!») y pone cebos para que el público vea su programa («Antonio Banderas cuenta la verdadera historia de su mujer, Melanie Griffith»). Completa el podio la cantante Britney Spears (3.235.273). En el top 20 encontramos al jugador de baloncesto Shaquille O'Neal, Demi Moore, Miley Cyrus (la popular Hannah Montana) o Barack Obama, aunque los mensajes del presidente de Estados Unidos hacen referencia a la polémica reforma sanitaria y parecen redactados por miembros de su gabinete. Los de la cantante Shakira, en cambio, sí son personales: «Ni nos casamos, ni nos peleamos. Estamos muy juntos y muy bien. ¡Nueve años! Hoy ya estoy terminando mi disco y es luna llena. Besos lupinos». Las redes sociales provocan, en cambio, sarpullidos a George Clooney, que acaba de descolgarse con estas declaraciones: «Preferiría que un tipo con manos muy frías me hiciese un examen de próstata en directo en televisión a tener una página en Facebook».
El falso escudo
Francisco Canals, escritor y divulgador de todo tipo de fenómenos en el ciberespacio, señala que hemos pasado de la cultura del «no hables con desconocidos» a la del exhibicionismo sin fronteras. «En internet no existe la autoridad moral que puede darse en las relaciones presenciales. El usuario puede desarrollar un yo virtual y crearse una reputación, un prestigio, desnudarse física e intelectualmente creyéndose protegido por un falso escudo psicológico. Pero no hace falta ser un famoso para acabar exponiéndote en público. La foto picante que una chica cuelga en la red para que la vea su novio puede comercializarse y acabar en el salvapantallas de un tipo al otro lado del mundo».
Pepe y Pati, dos estudiantes universitarios de veinte y diecinueve años, tomaron sus precauciones cuando abrieron su cuenta en Tuenti, la red social con más adeptos entre los jóvenes españoles. «Tengo establecido un filtro», dice ella. «Sólo mis amigos pueden acceder a la información que vuelco. Sé que internet puede ser peligroso». Pepe no parece preocupado. «¿A quién puede interesarle las fotos de mi grupo de amigos tomando copas, o las convocatorias para ir a la discoteca? No cuelgo material comprometedor». En cambio, Fran, 17 años, tres horas de conexión al día, no se corta un pelo. «A mis colegas y a mí nos da igual. Que cotillee quien quiera. Hombre, tampoco nos pasamos; como mucho, las niñas cuelgan fotos en bikini, aunque la verdad es que por ahí te encuentras cosas más fuertes». Tuenti acaba de activar un servicio de chat, una tentación más. El viejo messenger ha muerto.
«Nos estamos volviendo muy exigentes», opina Ícaro Moyano, director de comunicación de Tuenti. «En nuestra red hay una opción que permite elegir si nuestros amigos pueden ver o descargar una foto. Y el resultado es que el 75 por ciento no permite que ni siquiera sus amigos descarguen esas imágenes». Moyano piensa que cada persona tiene que hacer una reflexión sobre qué contenido quiere compartir y cuál no.
Esa es la perspectiva del sentido común, aunque no siempre es la que funciona on line. «Ese saber mostrarse -explica Paula Sibilia- se ha convertido en un valor prácticamente indiscutible, al cual todos quieren acceder porque parece garantizar la propia existencia: es así como comprobamos que somos alguien, que nuestro propio yo (así como el ajeno) existe y tiene valor. Por eso, para lograrlo, cualquier estrategia parece válida; entre ellas, la exposición de la intimidad a una visibilidad cada vez más amplia y cruda; y, en cierta medida, también peligrosa, o como mínimo arriesgada. Considerando esa finalidad primordial, la gente no parece temer demasiado las posibles consecuencias indeseadas de esas estrategias».
Fenómeno adolescente
Leonardo Cervera, autor de Lo que hacen tus hijos en internet. Una guía para padres (Integral), cree que «no conviene dramatizar sobre los efectos positivos o negativos de las redes sociales, que son un fenómeno típicamente adolescente. Desde siempre, los más jóvenes han sentido la necesidad de socializar, hacer amistades, flirtear... Antes, esto se hacía exclusivamente en el mundo real; ahora, el mundo virtual ofrece muchas ventajas, pues en las redes sociales pueden relacionarse cuando les viene bien y mostrar una imagen idealizada de sí mismos, que pueden modificar conforme cambian sus gustos y sus aficiones. Por otra parte», añade Cervera, «a menudo estas redes se utilizan para molestar o ridiculizar y son territorio para depredadores sexuales, aunque la inmensa mayoría de los jóvenes no hablan ni pasan a mayores intimidades con personas que no pertenecen a su círculo íntimo y han conocido previamente fuera de la red».
La falsa sensación de intimidad queda reflejada con este ejemplo: «Cuando un profesor de instituto ha llevado un proyector a clase y ha mostrado los perfiles públicos de algunos alumnos al resto de los compañeros, los aludidos se han ofendido... ¡como si ese material no pudiera verlo cualquiera!», señala Cervera. «A los hijos hay que decirles que tengan cuidado con lo que cuelgan en la red. ¿O es que quieren que dentro de unos meses, cuando cambien de novia, su nueva compañera pueda ver las fotos en las que él aparece besándose con su ex? Son este tipo de cosas las que los chicos comprenden...».
La intimidad vive en el escaparate. Mostramos el dolor y la muerte, como hizo Jane Goody en Inglaterra, una ex concursante de Gran Hermano que convirtió su cáncer en un show. Y también enseñamos nuestra cama. El sexo es uno de los pocos contenidos en internet en los que funciona el modelo de pago. Pero una web, cam4.com, explora desde hace meses nuestra vena exhibicionista. En este portal hay webcams, pero quienes las utilizan son aficionados (parejas, mujeres, hombres, gays, heterosexuales...) que practican sexo y lo muestran gratis, desnudos ante el mundo.