Ocio para ociosos
Actualizado: GuardarTambién es mala suerte, oigan. Le echo el pertinente vistazo a la programación del Festival Iberoamericano de Teatro, vulgo FIT, y encuentro no menos de tres obras que me atraen tanto por motivos de intereses propios como porque bien puedan, al menos tres de ellas, ser de aplicación a mis clases de literatura. Buena ocasión para intentar llevar a mis estudiantes al teatro. Pero, hete aquí, voto a bríos, por mil millones de mofetas, que las obras citadas (el siempre deslumbrante Calígula, el satírico Tartufo de papá Moliére, y una imagino que dificilísima adaptación a las tablas de La Odisea, la mejor historia fantástica jamás escrita) se representan en el Gran Teatro Falla. Entre semana, cachis. Y cada una de las representaciones levanta el telón.. ¡a las diez de la noche!
Vamos a ver, señores: esto es de locos. O no les importa que acuda público a las obras o está todo el papel vendido o regalado de antemano, o se programan las cosas sin atender a las necesidades de cualquier persona humana que tenga que trabajar, o estudiar, al día siguiente. Vale que un fin de semana, si no hay más remedio, las obras empiecen a las diez de la noche, pero un martes, o un jueves parece que lo que se pretende es que la gente se quede en casa. O que se programe el ocio sólo para ociosos. Una obra de teatro dura unas dos horas. El caso de La Odisea mencionado, según el programa, ciento sesenta minutos. Casi tres horas. Entra usted a las diez y sale casi a la una. Al día siguiente estará hecho una piltrafa en el trabajo o en el aula. No tiene sentido. El Falla está en la quinta puñeta para la mayoría de la población de Cádiz, está mal comunicado, sale uno de allí a unas calles mal iluminadas y a unas horas en que cuesta Dios y ayuda encontrar un taxi y hasta un autobús. Además, aunque las obras en cuestión (no ya sólo las del FIT que hoy nos ocupa) no terminen a las horas en que Batman sale a dar saltitos por los tejados, uno se encuentra con que no hay un modesto bar donde tomarse una tapa antes de volver a casa, porque aquí se cierra lo mismo en invierno que en verano, lo más pronto posible, como si nadáramos en la abundancia.
Se me escapa el por qué las obras no pueden empezar a las ocho de la noche y a las diez terminen, con posibilidad de crear un poquito de movimiento dinerario en los bares cercanos o lejanos, y poder volver a casa y descansar al menos ocho horitas antes de tener que currelar al día siguiente. Parece que el Falla acusa en su programación, todo el año, esa exageración horaria heredada del carnaval, donde se entra y no se sabe a qué hora se sale, y hay un público muy concreto y muy especial que tal vez, al día siguiente, no tenga que fichar en el trabajo. No podemos hacer cultura solo para los cultos. Ni dar por hecho que del ocio sólo puede ir dirigido a los ociosos, a gente que no tenga obligaciones laborales. Es de locos. Seguimos siendo una ciudad de contrastes y de absurdos, convencidos de que ya vendrán a por nosotros, sin darnos cuenta de que quien no corre vuela y que hay que cazar las oportunidades al vuelo. Que el Festival tampoco se acerque a extramuros y no utilice los salones de actos de los grandes colegios de Puerta Tierra también tiene su delito. En fin, que me temo que voy a quedarme sin ver las obras que tanto me interesan, porque no me puedo permitir no ser persona al día siguiente. Gracias.