Eterno toreo gitano
Actualizado: GuardarLa semana pasada pudimos ver un reportaje en Tendido Cero sobre el toreo gitano; reportaje, por cierto, tan poco afortunado como mal estructurado. Se dice bien al decir que no existe una escuela del toreo gitano, pero se dice mal al decir que no existe un toreo gitano. Sabido es que en el toreo existen dos troncos básicos como son la escuela rondeña y la escuela sevillana, aunque no podemos olvidar, claro, la escuela cordobesa. Y se les dice bien escuela, pues son formas y expresiones que se pueden aprender o bien se puede uno dejar influenciar por todo ese folklore cultural que cada una encierra. Por ello, el toreo gitano no es ni puede ser escuela, pues el gitano cuando torea no aprende, sino nace.
En dicho reportaje hablaron dos familias toreras gitanas como son los Cortés y los Amador, y hablaron para no decir nada, sólo tópicos típicos carentes de buen concepto. Y es que habría que aclarar que no por ser gitano se es necesariamente artista, ni por ser artista se es a su vez gitano. Bien hartos estamos de escuchar a gitanos que cantan extraordinariamente bien y, a pesar de ello, no te pegan el pellizco en los huesos. El arte no es patrimonio ni del gitano ni del payo, sólo del nacido con ese divino concepto. Aclarado esto, sí diré que existe un toreo gitano y que cuando se da, no existe comparación posible, cénit de lo sublime; pues como torearon los grandes gitanos como son los Gallos, Rafael y José, Curro Puya, Gitanillo, Cagancho, Albaicín y por supuesto nuestro Rafael de Paula, no ha toreado nadie. Cada uno distinto, pero a su vez entrelazados por la genialidad y la pureza, tan terriblemente irregulares como maravillosamente mágicos.
Sí pienso, que no se ha valorado al toreo gitano en su justa magnitud, pues ha sido una expresión que ha influido de sobremanera en innumerables figuras de todas las épocas, toreros payos artistas que se han influenciado por ese áurea agitanada y que quieren beber de esa luz oscura apaulada. Al toreo gitano pienso que pocos lo han entendido, y menos aún hoy, tan carentes de concepto, sabor y fidelidad. Pero quizás por esto sea tan fascinante, pues en esa inefable expresividad radica el misterio de lo indescriptible. Pozo de una racial sabiduría que de cuando en cuando sentencia una azabache belleza. El toreo gitano ha sido más creíble porque nunca ha mentido, siempre se mostró fiel a sí mismo.