ANÁLISIS

Rumbo incierto

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U n país con aversión al riesgo ha votado por un cambio de contenido incierto. Angela Merkel seguirá siendo canciller, pero debilitada frente a sus nuevos socios liberales. Los tres partidos que pedían el voto contra un gobierno democristiano-liberal han fracasado: integrarán la oposición.

La derrota socialdemócrata es terrible, la sentencia de los electores ha sido clara: no han querido otra gran coalición. Los prudentes alemanes confían en Merkel, pero no con entusiasmo, esperan que la coalición con los liberales asegure una recuperación económica más potente. Pero la izquierda no baja sustancialmente: apenas dos puntos y medio separan a democristianos y liberales de la suma de los votos de los Verdes, la Izquierda y los socialdemócratas.

El resultado no es tan bueno para Merkel: baja respecto a 2005, ha perdido segundos votos frente a los liberales, obtenido el segundo peor resultado de su partido desde la fundación de la República. Tampoco le será fácil gobernar con los liberales. Les separan propuestas electorales, juicios sobre políticas sociales, un elemento identitario profundo: los liberales quieren recortar la máquina de gastar que -dicen- es el Gobierno federal.

Pero esa máquina es vital para un tejido industrial que ha sobrevivido gracias a ella los embates del neoliberalismo y la crisis. Los liberales y los socialcristianos bávaros quieren un recorte inmediato de los impuestos, la CDU aplazarlos hasta el fin de la crisis. Formar el nuevo gobierno reflejará las tensiones: los socialcristianos bávaros pugnarán con los liberales por dirigir la economía.

El SPD ha tenido el peor resultado desde la fundación de la RFA. Su candidato es digno pero no interesante. Su oferta electoral ha sido esencialmente defensiva, no ha hecho valer su labor frente a la crisis en la gran coalición. Se reorganiza el voto de la izquierda, ganan los más modernos y atractivos, los que tienen ideas nuevas; y los que critican más claramente lo que no gusta a sus votantes: la implicación alemana en la guerra de Afganistán, las ayudas a los bancos, el crecimiento de la desigualdad. Pierde el aburrimiento, lo visto, aunque haya sido responsable, decente y serio.

Alemania rompe amarras y se adentra con rumbo incierto en una coalición aparentemente más coherente -el bloque burgués- pero más complicada. Se confirma la tendencia al cambio en el sistema de partidos: los tres partidos pequeños son mayores que nunca, los tres superan el diez por ciento. Pierden los dos grandes, el segundo dramáticamente: el partido socialdemócrata ya es sólo mediano y va a tener que competir duramente en la oposición.