El resto de la vida, en 70 minutos
1.800 gaditanos, el doble que en 2008, se presentan junto al árbol del Mora a las oposiciones a funcionario del Estado
CÁDIZ Actualizado: GuardarSiempre fue una lucha de voluntariosos para conseguir un trabajo seguro y vitalicio. Ahora, es la misma pelea, pero por encontrar un trabajo a secas, sin adjetivos. Las oposiciones de ingreso a cualquier institución pública han duplicado el número de asaltantes en el último año. A los de siempre se han sumado todos esos que parecen sobrarle a la empresa privada. Muchos miles.
El árbol de la vida era ayer el del Mora y daba cobijo a 1.800 opositores de los clásicos y de los nuevos, soñadores o desesperados, aspirantes todos a un futuro laboral, nada menos. Las plazas ofertadas (9.000 en toda España) eran de auxiliar administrativo del Estado. Suena bien.
Hay que estudiar miles de horas, espantar la visita diaria de la desesperanza y superar un examen. El examen. Ayer llegó la hora de ese último paso: el pasaporte para un empleo público, para no temer nunca más el despido, el cierre patronal, ni el cambio de turno.
A las nueve de la mañana centenares de personas se agolpaban ya a las puertas de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. La cita para pasar la prueba era las diez, pero en estos casos muchos prefieren llegar con tiempo suficiente por si no encuentran el sitio para aparcar, pierden el autobús... ninguna casualidad puede torcer el resto de sus días.
Los más ansiosos, apuntes en mano, todavía repasaban un artículo de la Constitución, el procedimiento administrativo o la organización de la Unión Europea.
Muchos tenían experiencia, otros se estrenaban y, como novedad, un grupo de opositores mayores de 40, que llevan escrito en la cara «me han despedido tras 20 años en la empresa y cada mes de estudio es uno menos para cobrar el paro». Otra tribu, entre los que superan el medio siglo, está compuesta por los que deben bordar el examen para conseguir su plaza en propiedad. Todos comparten una sóla cosa: presión.
A Javier se le escapa un comentario que firmarían casi todos: «La cosa está jodida. Menos plazas, cada vez más gente y mucha informática». La prueba teórica sobre ofinmática es la más temida.
A las nueve y media en punto, las puertas del antiguo hospital se abren. Resoplidos. Sólo admiten a los apellidados de la A a la P, concretamente hasta un tal Palma, a partir de ahí, que se vayan a Ciencias del Trabajo, justo enfrente.
Este otro edificio tuvo que habilitarse tras comprobarse que el número de opositores se había duplicado este año en Cádiz. 23 aulas en el Mora y otra decena, aproximadamente, en la segunda sede.
Testigos, vigilantes y sacos
Media hora hasta que el último está sentado y listo. Un funcionario (qué afortunado) les ayuda. Se pasa lista, se comprueba el DNI de cada cual. Terminado el trámite, regresa el silencio. Suena a pánico.
Antes de empezar, otro funcionario cursa una invitación a los opositores: pueden ser testigos de la apertura de las cajas con los cuestionarios llegados de Madrid. A las 10.40 da comienzo la prueba, dividida en dos partes, entre ellas un psicotécnico y teoría informática. 90 preguntas, 70 minutos, 1.800 proyectos vitales.
A partir de ahí, sólo cabezas agachadas y bolígrafos estrangulados por manos tensas. Cuando acaban de escribir, unos guardas de seguridad recopilan los exámenes. A sacos lacrados y a un furgón blindado. Parece mucha parafernalia para unos papeles, pero merecen custodia. Son los sueños de salvación, prosperidad o supervivencia de casi 2.000 personas. Un tesoro.