CRÍTICA

Aprobado raspado

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L os tentáculos de la recesión económica también han alcanzado a las películas exhibidas en Sección Oficial del festival, de una espartana austeridad presupuestaria, en la que sólo un par de títulos han brillado con luz propia en medio de la grisura general. Así pues, un aprobado raspado es el cómputo general que en ese sentido debe hacerse, puesto que las distintas aportaciones cinematográficas de los guionistas, productores y directores presentes en el certamen, no han ayudado demasiado a descubrir expectativas más alentadoras de cara a un próximo futuro. Eso sí, por una vez, público y críticos, patricios, plebeyos y miembros del jurado han estado de acuerdo con respecto a la Concha de Oro otorgada a la potente película china Ciudad de vida y muerte, capaz de impresionar al espectador con la vigorosa descripción de la masacre perpetrada por las tropas japonesas en la martirizada ciudad china de Nanking, durante la invasión de 1937. Si bien el excelente filme hispano-argentino El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, era la máxima favorita entre la crítica especializada y, obviamente, también se merecía dicho galardón. Su ausencia del palmarés resulta tan llamativa como injusta.

Otro premio que ha gozado de consenso es la Concha de Plata concedida a la mejor actriz para la siempre elegante Lola Dueñas, gracias a su interpretación de una mujer marcada por la vida, que, sin embargo, es capaz de abrirse a través de su relación con un joven aquejado del síndrome de Down. Personaje de vibrante humanidad que ella matiza hasta el arabesco. Asimismo, era previsible la Concha de Plata como mejor actor para el voluntarioso Pablo Pineda haciendo de sí mismo, aunque los infinitamente superiores trabajos interpretativos de Robert Duvall (Get Low) y de Ricardo Darín en El secreto de sus ojos (comediante también presente en el fiasco de Fernando Trueba El baile de la Victoria) son en buena ley los auténticos triunfadores. Nada se puede objetar -desde mi particular punto de vista- a la arriesgada labor rectora de Javier Rebollo en la interesante La mujer sin piano, lo mismo que al guión de Blessed o a la fotografía (en suntuoso blanco y negro) del filme chino.

En cualquier caso, el Zinemaldia sigue siendo un referente cultural de primer orden, respaldado por las miles de personas -y no sólo de aficionados, entre los que no faltan jóvenes generaciones, que edición tras edición acuden ilusionados a descubrir nuevos mundos, nuevas formas de pensar y entender la vida, naturalmente a 24 imágenes por segundo. En ese sentido, el Festival de Cine de San Sebastián nos enriquece a todos.