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REUNIÓN mundial en eeuu

Cumbre para el futuro

IGNACIO MARCO-GARDOQUI
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El pasado noviembre, los líderes de las 20 primeras economías mundiales más algún que otro invitado insistente, se reunieron por primera vez en Washington. Entonces, su prioridad era evitar el colapso de la economía mundial. Más tarde, cuando las cosas se fueron calmando, el G-20 adquirió una segunda responsabilidad: establecer un esquema de supervisión y control del sector financiero que impidiera la repetición de los acontecimientos sufridos en 2008.

Efectivamente, la situación ha cambiado mucho desde aquella primera cumbre. Para evitar el derrumbe general no hubo un plan conjunto, pero la mayoría de los países puso en marcha medidas similares de estímulo de la demanda y esquemas de apoyo social para los ciudadanos que perdían su empleo. ¿Han tenido éxito? Pues depende de dónde y de cuáles fuesen las expectativas. Buena parte de los convocados en Pittsburgh han abandonado los números rojos en el segundo trimestre de este año. Algunos, como China (9%) o India (7%), se acercarán ya en 2010 a las tasas de crecimiento ‘precrisis’. En el otro lado del espejo, Europa no superará el 2% y España será la última en repuntar. En cualquier caso, si en plena tormenta no se acordó un plan conjunto de actuación, tampoco lo habrá ahora que las aguas se apaciguan.

Así que, en Pittsburgh, se hablará más del futuro, de la necesidad de controlar los mercados y de evitar sus desvaríos. Hay dos temas centrales. El más importante se relaciona con los fondos propios de los bancos. Cuanto más exigente sea la norma, más estables serán los balances y menores los riesgos. Pero una aplicación indiscriminada de las exigencias de recapitalización provocará situaciones injustas, si no considera las ayudas públicas previamente inyectadas. De forma paradójica, saldrán perjudicados los bancos que, por su solidez y fuerte estructura de balance, no precisaron de esas intervenciones; entre ellos y en primer lugar, los bancos españoles. Aquí tiene Zapatero una buena ocasión para justificar su ansia por pertenecer al grupo.

Luego está el asunto de los ‘bonus’ a los altos directivos, en el que chocan las dos sensibilidades existentes a ambas orillas del Atlántico. Hay consenso en que la situación había perdido la mesura necesaria, provocando episodios frecuentes de inequidad hasta convertirse en lesivas para propio empleador. Pero a la hora de intervenir, los europeos quieren poner límites estrictos y visibles a las remuneraciones variables, mientras que los norteamericanos se resisten a pasar de las consideraciones generales a los hechos concretos, en especial de cara a los bancos que no han recibido ayudas públicas. No será fácil llegar a acuerdos explícitos, que sólo podrían incluir la obligatoriedad de laminar los ‘bonus’ en espacios de tiempo más dilatados y pagar una buena parte de ellos en acciones del propio banco, para ligar el futuro del empleado con el del empleador. Todo esto puede parecer escaso, pero no deberíamos esperar mucho más de la cumbre en la antigua capital americana del acero.