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Obama antes de intervenir en la apertura de la Asamblea General de Naciones Unidas. / EFE
MUNDO

La ONU se echa en brazos de Obama

El presidente de EE UU logra un aplauso unánime al renegar de las acciones «unilaterales» de su país y llamar a una nueva cooperación

MERCEDES GALLEGO
CORRESPONSAL. NUEVA YORKActualizado:

La Asamblea General de la ONU le aplaudió fervorosamente por su determinación de prohibir la tortura y de no tolerar nuevos asentamientos judíos en Palestina.

Había corrillos en la ONU junto a cada pantalla de televisión, y los aplausos de los diplomáticos resonaban con estruendo en el escenario de la 64 Asamblea General. Dentro hablaba el primer presidente de EE UU, desde Jimmy Carter, que inauguraba el encuentro sin deberle cuotas a la ONU, contrito por las acciones «unilaterales» de su país y «listo para abrir un nuevo capítulo de cooperación internacional».

Traía consigo el mensaje de la esperanza que le convirtió hace nueve meses en el primer presidente negro de EE UU, dispuesto a fundir el inmovilismo que ataca esa institución gris, estancada en el fracaso de sus propios sueños. Tanto burócrata sediento de aire fresco agradeció su discurso con catorce rondas de aplausos, pero dos fueron particularmente efusivas. La que recibió al recordar que en su primer día de mandato prohibió el uso de la tortura «sin equívoco ni excepción». La otra, más estruendosa, celebraba su decisión de «continuar enfatizando que EE UU no acepta la legitimidad de los asentamientos israelíes» en Palestina.

Eran palabras valientes que por venir del país más poderoso sobre la Tierra contagiaron al mundo de entusiasmo, como si por fin algo pudiera cambiar. Hasta el dictador libio Muamar Gadafi confesaría después que «estaríamos contentos y felices si Obama pudiera ser presidente para siempre, pero mira los anteriores», recordó como líder de turno de la Unión Africana. No hacía falta rascar mucho en la memoria para evocar las amenazas de George W. Bush, su excluyente «estás conmigo o contra mí» o sus amenazas cumplidas de descargar toda la fuerza militar del mundo contra sus enemigos.

En conciencia, y escrúpulos aparte, nadie podía discrepar con las palabras del controvertido mandatario libio, cuya presencia en la Asamblea General por primera tras cuatro décadas en el poder provocó enfrentamientos en la puerta. Los familiares de las víctimas del atentado de Lockerbie contra el vuelo 103 de Pan Am de un lado, y los miembros de la Nación del Islam del otro, poniendo a prueba la resistencia de las vallas policiales. En la práctica, su interminable discurso de 97 minutos, improvisado, repetitivo y a menudo falto de coherencia, se colocó a la altura del pintoresco Hugo Chávez.

«Consejo del terror»

El líder libio rebautizó al Consejo de Seguridad como «Consejo del terror» por la forma en la que los superpoderes que se han atribuido derecho a veto intimidan a los países más débiles y acusó a sus miembros de ejercer «feudalismo político». «¿Quién les ha dado ese derecho a veto? Va en contra de la Carta Magna de Naciones Unidas», repitió una y otra vez, agitando el documento fundacional de la ONU. Por el contrario, determina la igualdad de todas las naciones y prohíbe el uso de la fuerza militar a no ser que vaya en interés de todos. «¡Sesenta y cinco guerras ha habido después de que se estableciera el Consejo de Seguridad, sin que la ONU hiciera nada para detenerlas!», protestó.

Gadafi se opuso vehementemente a la ampliación del principal órgano de la ONU al que se intenta añadir algunos asientos más y reclamó que las decisiones democráticas de la Asamblea General sean las únicas vinculantes, por venir «del parlamento del mundo». «No debemos vivir bajo la sombra del terrorismo político», afirmó.

El presidente estadounidense declaró su entrega a la búsqueda de la paz, «que no debe limitarse a derrotar a los extremistas violentos», pero advirtió a su entregada audiencia de que debe compartir responsabilidades. «Aquellos que solían reprender a EE UU por actuar solo en el mundo no pueden quedarse ahora parados y esperar que EE UU resuelva solo los problemas del mundo. Hemos buscado -de palabra y de obra- una nueva era de cooperación con el mundo. Ahora es el momento para que todos nosotros adoptemos nuestra dosis de responsabilidad para una respuesta global», alentó.