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España aguarda a Serbia en la final
Cabezas fue el factor clave para someter a Grecia en la semifinal y ampliar la ley marcial a la espera del definitivo duelo de esta noche (21.15 horas)
ENVIADO ESPECIAL. KATOWICE Actualizado: GuardarEspaña es un rodillo. En cuanto defiende, rompe el suelo que sustenta a sus rivales. Cuando quiere, puede. No hay más historia. No la hubo ayer en el Spodek polaco, una pista que rezuma aroma soviético. Una cancha en la que la roja ha encontrado la esencia del poder para imponer la ley marcial. Le clavó 22 estocadas de diferencia a la indómita Francia y 18, que pudieron ser las que quisiera a la timorata Grecia. Desde que los de Scariolo se pusieron chulos ya ante Polonia en el segundo punto de inflexión de este Eurobasket, sencillamente parecen inabordables. Hoy (21.15 horas, La Sexta) el combinado español disputará ante Serbia su séptima final continental en busca de un título que aún no reposa en sus vitrinas.
Si debe ser así, perfecto. Pero sin edulcorantes, ni patrañas. Cada vez está más claro quién pone los acentos en los dictados internos y no parece que sea el entrenador el que tenga bajo llave los recambios de las tildes. Desde que la reunificación del vestuario tomó forma canta otro gallo en Polonia. Sólo se oye el cacareo del que tiene los espolones mejor puestos, el mismo que bajo su elástica esconde el arcoiris del campeón del mundo. En beneficio del seleccionador cabe anotar que ha sabido llevar la situación y que ha maniobrado con prudencia y criterio en los contados momentos en los que la situación requería una vuelta de tuerca.
En la semifinal ante Grecia fue necesaria pronto. Spanoulis había arrancado con más velocidad punta y capacidad de movimiento que Ricky Rubio. El blaugrana no lograba cortar las alas del juego heleno, aunque su rival era tan predecible que quizá hubiera acabado tarde o temprano haciéndose solito el harakiri. Por si acaso, Scariolo tocó la tecla de Cabezas y España volvió a las andadas.
Habían comenzado los de la eñe con ímpetu defensivo, el que supone el marchamo de su candidatura al oro. Primera acción, punteo de Pau Gasol a Bourousis y recuperación. Segunda, robo de Garbajosa, contragolpe y mate de Rudy Fernández. Navarro se apunta a la fiesta anotando su segundo intento de triple tras otra bola perdida en ataque por los griegos. 7-2, buena sintonía. Pero Grecia cambiaba de discurso y sacaba petróleo de su dominio del rebote. Un parcial de 2-8 le permitió dominar por primera vez el marcador 9-10) a casi seis minutos del final del acto. Rubio padecía atrás y Cabezas puso las cosas en su sitio.
El marbellí había jugado sólo trece minutos en los cuatro partidos anteriores, sin siquiera tocar el parqué ante Francia y Turquía. Pero los especialistas es lo que tienen. Conocen tan bien su oficio que en cuanto sus servicios son requeridos no necesitan un tiempo de calentamiento. Lo suyo es, en este equipo, defender, ser un perro de presa capaz de amarga la existencia del rival sobre cuyo dorsal le hayan colocado las velas negras. Lo suele llevar claro el nota de turno. El malagueño contaba con la colaboración de Navarro para subir la bola e iniciar los sistemas. Su misión se concentraba en que Spanoulis no recibiera y, si lo hacía, que fuera con marcas en el cuerpo. Media victoria se fraguó en su primera tacada de minutos en la cancha. Con su poder secante, más los problemas de faltas del gigante Bourousis, la eñemanía tocó el cielo. De un 13-14 a la asfaltada autovía (32-21) hacia la final. Grecia había quedado descabezada.
Y España a su rollo, a defender con enfermiza pasión sin olvidarse de cargar sus alforjas en ataque con otra gran versión de Pau Gasol (18 puntos en 21 minutos) y Rudy Fernández. Atrás, Reyes trataba de nivelar la única estadística totalmente volcada del lado heleno. Los griegos se fueron hasta los 47 rebotes (24 en ataque) por las 29 capturas coloradas. Pero ni gozando de tantos segundos ataques fueron capaces de enfocar los binoculares para tratar de adivinar por dónde andaba de lejana una España despendolada.
La segunda parte sobró. Nadie la hubiera echado en falta. En dos ataques, los de Scariolo se fueron por encima de la docena de puntos y en adelante la mente del técnico de Brescia se centró en repartir minutos para dosificar esfuerzos. Gracias a ello, Mumbrú incluyó nueve puntos en el castigo y Llull se reservó las ovaciones en el cuarto final.
Para que no faltara de nada, el ambiente incorporó una novedad. Los mil aficionados griegos anunciados la víspera no fueron tales, siendo mayoritaria la marea roja, que también se reservó energías por si son necesarias en la final de hoy. Aunque con lo abusona que se ha puesto España, con el simple hecho de desearlo se colgará el oro del cuello. Los ojos de sus jugadores y, en bastantes casos su sed de venganza para tapar bocas, así lo delatan.