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«Los alumnos no respetan al profesor porque los padres no lo inculcan»

Un docente jerezano, víctima de una agresión, duda de que las medidas legales propuestas por la Comunidad de Madrid resuelvan el problema

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Carlos Suárez está dedicado a la enseñanza desde 1988. Asegura que si se hubiera encontrado la situación actual cuando comenzó, hubiera cambiado de trabajo. El día a día frente a docenas de alumnos adolescentes en un instituto jerezano –aunque bien podría ser el de cualquier otra ciudad– no es fácil y menos aún desde hace unos años. Este profesor sufrió una situación límite hace ahora dos años, cuando un ex alumno del centro se puso violento, le amenazó e intentó agredirle. Como la mayoría de los docentes, sigue de cerca la iniciativa de la Comunidad de Madrid, que ha propuesto una Ley de Autoridad del Profesorado para hacer frente a estas situaciones difíciles que contempla que se le otorgue a los profesores el rango de autoridad pública.

«La idea me parece muy bien, siempre es bueno dar un paso más, pero dudo que sirva», asegura. «Es importante que al profesor se le reconozca una autoridad, aunque viendo que hay adolescentes que se enfrentan abiertamente a la Policía...», continúa.

La presunción de veracidad para los profesores que propone esta iniciativa madrileña puede ser uno de los aspectos que más llama la atención a los docentes: «Resulta que uno tiene que buscarse testigos para defenderse, cuando estamos solos en clase con los alumnos».

Para Suárez, un decreto como el que proponen evitaría que las agresiones a docentes se consideraran una falta y lo catalogaría como atentado a un funcionario público. «A mi caso, finalmente, le dieron menos importancia de la que tenía», apunta.

La pérdida del respeto a los maestros por parte de los alumnos y de muchas familias es la causa de que el número de altercados en los institutos de Secundaria y Bachillerato haya crecido en los últimos años. «Los niños no respetan porque los padres no se lo han inculcado. Hay jóvenes que sí, pero hemos perdido mucho», opina.

Su caso

Este profesor jerezano tuvo que ser atendido por los servicios sanitarios por una crisis de ansiedad tras la disputa con el joven ex alumno. «Hemos llegado al momento de no poder ni regañar a los niños sin haberles pedido permiso antes a los padres. Se creen colegas de sus hijos y han dejado de ser padres. Ellos también han perdido la autoridad», indica. «Creo que debería hacerse una ley a nivel nacional. Los políticos hablan mucho de un pacto por la Educación y deberían empezar por la conflictividad en las aulas», insiste Suárez. «Sólo hace falta un poco de voluntad para poner las cosas en su sitio, que es lo que todos necesitamos», añade. Atajar el aumento de los altercados en los centros educativos –tanto entre los alumnos como de éstos o sus padres hacia los docentes– es, según él, lo más urgente: «Cuando en las clases se pueda trabajar, hablaremos de los contenidos».

Afirma que otro de los principales problemas es que todo el mundo dice y cree entender de Educación. «Nosotros tenemos una experiencia y una formación que debería estar más valorada de lo que está», explica.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Para el docente, «a partir de los primeros decretos de derechos y deberes, que se empezaron a extender a principios de los años 90; se hizo hincapié en los derechos pero no en los deberes». El principal problema es que «no se pueden transmitir derechos sin que haya ninguna obligación por medio».

Esta pérdida de respeto y de autoridad no es exclusiva del ámbito educativo, sino que se extiende a lo largo y ancho de toda la sociedad: «Hemos vivido décadas muy rectas debido a la dictadura y de ahí hemos pasado a todo lo contrario, a una sociedad en la que predominan los derechos sin tener en cuenta los deberes».

Durante las vacaciones estivales, Carlos Suárez se ha empapado de la experiencia del juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, con el que comparte muchas ideas acerca del aumento de la conflictividad entre adolescentes y jóvenes. «Lo que hay que dejar muy claro es que los padres son los auténticos responsables de los actos de sus hijos: si el niño insulta es porque se le ha permitido en su propia casa».

«Ahora nos hemos acostumbrado y ya no se denuncia como antes», asegura. En su opinión, hay casos de falta de respeto a diario en los centros educativos. «Afortunadamente, yo me siento respetado en clase porque tengo carácter, aunque tengo que estar constantemente llamando la atención. Antes no ocurría a estos niveles», recalca. Y recuerda al respecto que una vez presenció cómo dos alumnos se levantaban en clase para «darse un mamporro». Es, según él, un ejemplo más de la situación actual.