España vuelve a la vida en ocho minutos
Un 23-0 en el segundo cuarto ante Lituania le sirve para reconciliarse con el buen juego y recuperar buena parte de su credibilidad
ENVIADO ESPECIAL. LODZ Actualizado: GuardarLa fe es innata a los pueblos y culturas. Cuando algo se tuerce, hasta los más agnósticos miran hacia arriba en busca de alguna señal divina que arregle lo descompuesto. El duelo entre España y Lituania partía con mucho de eso, de la necesidad de creer, la confianza en que todas las ilusiones y expectativas no cayeran en saco roto. Un trío de fieles de la roja lo escenificó en uno de los fondos con una bandera española en la que en inglés se leía: «Creemos en Dios». Completaron la escenificación ataviados de monja, obispo y fraile. Justo enfrente, donde los cientos de seguidores bálticos convertían la pista de Lodz en una sucursal del Siemens Arena de Vilnius, una pancarta sobresalía con la frase «Mes junis tikim (Creemos en ti)». Estaba claro que junto al nudo de la corbata de los sufridores de ambos bandos había ayer poco espacio.
España creyó en sí misma y por primera vez en este Eurobasket reflejó las masivas expectativas que le colocaban como equipo a batir. Tampoco fue un alarde prolongado durante los cuarenta minutos. Porque la experiencia resultó extraña. No llegó a lo de religiosa que promulgaba el cachorro más mediático de la saga Iglesias. Pero resultó compleja de explicar y agradable de presenciar. Todo lo malo que había lastrado a España en las cuatro jornadas precedentes y durante el primer cuarto, se esfumó. Dio de lleno el combinado en una de las peticiones que le hizo Scariolo la víspera, referente a recuperar la alegría, la diversión en la cancha.
Despertar a sprints
Para lograrlo, a este conjunto desbordado por los quilates sólo le hace falta poder correr. Así, incrementando su agónica velocidad de crucero por series de sprints, se despertó del letargo en el que había caído cuál princesa de cuento mordiendo la manzana envenadada o clavándose la aguja ponzoñosa. Comenzaron a dejar de verse cabezas moviéndose de babor a estribor ante las vías de agua que se descubrían a cada paso. Calafateada la nave, la singladura resultó rápida y placentera.
En tierra quedaron los lapsos de desconexión en la gestación del juego. Ricky Rubio seguía ausente y Rudy Fernández no le dejaba solo en las lagunas defensivas. Sergio Scariolo también se apuntó a los bandazos. Buscaba algo en los cajones, pero deshacía el orden y acababa poblando toda la estancia con sus contenidos. Raúl fue el primer relevo, Llull entró en acción después con una pérdida y un tapón recibido, y el técnico italiano, en el éxtasis de la duda, formalizaba un cambio triple con el ingreso en el juego de Mumbrú, Reyes y Marc Gasol. Lejos de hallar lo que ansiaba, vio cómo su equipo se iba al final de los primeros diez minutos con un amenazante 15-24 en contra. Otra vez en el filo de la navaja tras una víspera de revólveres desenfundados.
Y llegó el segundo cuarto, el de enmarcar, el que incluyó la mejor porción de baloncesto de España desde sus momentos más estelares. Aunque no surgieron ipso facto. El parcial nació con dos faltas en ataque de Marc Gasol y con Ricky a punto de ser engullido por las arenas movedizas del nerviosismo. Sería el segundo parón del día por el mal funcionamiento de un reloj de canasta, que los astros se alinearon en ese momento o que hizo efecto algún conjuro inconfesable. ¡Qué más da! La roja brilló más colorada que nunca en cuanto a su quinteto en pista (Ricky, Navarro, Rudy, Reyes y Pau Gasol) le dio por correr.
Rebote defensivo, transición y mate del campeón de la NBA. Recuperación, buena lectura de la línea de pase y bandejas servidas con elegancia. Navarro culminando otra contra con un triple mortal. Velocidad, esa es la droga que estimula a la selección española. Adiós al ataque en estático. Con el balón en posesión, las ideas comenzaron a dispararse en las mentes. Todas positivas. Productividad con mayúsculas. Los puntos fueron cayendo a paladas. En tres minutos y medio, 14. Lituania estaba aniquilada. Había perdido, además, a Kalnietis y el técnico Butaustas no acertaba con la tecla por mucho que marcara un sistema distinto en cada posesión. Así se tiraron los bálticos durante ocho minutos en los que sintieron 23 balazos sin ellos haber hecho diana ni una sola vez.
Scariolo, sorprendentemente, movió ficha con Garbajosa por Reyes cuando su equipo danzaba sobre las verdes praderas de la felicidad. Pero se mostró huraño en el reparto de galones en adelante, conminando a Cabezas a la testimonialidad, limitando a un puñado de segundos el premio para Claver y manteniendo en cancha a Pau Gasol hasta límites cercanos a la imprudencia, por mucho que la estrella campara a sus anchas metiéndolas para abajo (ocho de diez). El partido estaba ganado y es mejor no imaginar qué sería de esta escuadra sin el jugador de los Lakers.
Poco a poco se define la realidad. Se palpa que España necesita para ganar, sobre todo, que Pau Gasol y la bomba Navarro estén bien. Al margen de lo que diga la estadística, las sensaciones también meten en el mismo saco a Reyes. Y, por supuesto, hace falta una conexión. Ricky Rubio, con nueve asistencias, dio señales de vida. Como el equipo. Toca rematar la faena mañana, a las 18.15 horas, ante Polonia para cambiar de ciudad. Mejor así que recurriendo a coeficientes con empates múltiples. Un triunfo ante los anfitriones vale por un cambio de ciudad. En Katowice es donde se ha instalado el podio del Eurobasket. La fe, de momento, juega a favor...