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El plan sanitario revive el aura de Obama
Defiende con ardor su reforma ante el Congreso porque EE UU es «la única democracia que no garantiza la cobertura médica»
CORRESPONSAL. NUEVA YORK Actualizado: GuardarEra la prueba de fuego. Poco más de siete meses después de llegar al poder, con su popularidad en descenso y la imagen mediática más explotada de todos los presidentes, ¿sería capaz Barack Obama de reflotar su proyecto de reforma sanitaria con un discurso?
La última vez que un presidente de EE UU convocó a las dos Cámaras en sesión especial fue hace ocho años, con George W. Bush y las cenizas de las Torres Gemelas aún incandescentes. El miércoles por la noche Obama sacó brillo a su elocuencia con un discurso inspirador que hizo honor al título de nuevo Kennedy recibido durante la campaña electoral.
Aquel Obama optimista, de entusiasmo contagioso, supo ver en el crispado clima político el mayor consenso de todos los tiempos, con una «coalición sin precedentes de médicos y enfermeras, hospitales, grupos de jubilados e incluso compañías farmacéuticas, muchos de los cuales se oponían a la reforma sanitaria en el pasado». Era el consenso que había tejido silenciosamente antes de lanzar el debate al ruedo, pero al no lograr que el Senado aprobase la ley antes del receso vacacional, sus oponentes tuvieron tiempo para crispar el ambiente el ambiente con todo tipo de bulos.
«El mejor ejemplo es la afirmación hecha no sólo por presentadores de radio y televisión sino también por políticos prominentes de que planeamos establecer un panel de burócratas con poder para matar a los ancianos», dijo Barack Obama, en clara referencia a la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin. «Una acusación que sería irrisoria si no fuera tan cínica e irresponsable. Es mentira, simple y llanamente».
Era la primera vez que Obama atacaba a la ex candidata a la vicepresidencia, a la que evitó durante la campaña. Palin ha encontrado su sitio en una página de Facebook desde la que torpedea sin complejos la labor del Gobierno, lanzando consignas que difunden los programas de radio más incendiarios. Una carismática figura que ha aprendido las técnicas del miedo de Dick Cheney y es capaz de sorprender hasta a Karl Rove con sus imprevisibles estrategias.
«No pongáis atención a esas inquietantes historias de que os van a recortar los beneficios», dijo el presidente a los jubilados que disfrutan de un seguro público. Y a los demócratas: «No hemos venido aquí a temer el futuro, sino a forjarlo», les recordó. «Todavía creo que podemos actuar incluso cuando parece difícil» .
Obama no está dispuesto a permitir que su país sea «la única nación desarrollada» con cincuenta millones de ciudadanos sin cobertura médica y otros 250 millones que pagan cuotas astronómicas temiendo que a la hora de la verdad, el seguro les deje colgados con la menor excusa. Como a una mujer de Texas a la que le cancelaron la póliza cuando iban a hacerle una doble mastectomía porque se le había olvidado declarar un caso de acné. «Para cuando se la restituyeron, su cáncer de pecho había crecido más del doble», relató el presidente. «Eso esta mal, rompe el corazón y nadie debería ser tratado así en los Estados Unidos de América», donde el 70% de las bancarrotas personales son por facturas médicas.
Sin rechazos
Entre este capitalismo descarnado y el miedo a un gran gobierno que coarte las libertades de los ciudadanos, Obama señaló medidas legales que fuercen a las aseguradoras privadas a ocuparse de sus clientes cuando les sobrevenga la enfermedad sin rechazar a nadie por causas preexistentes, así como la creación un opción pública alternativa que no sería financiada con subsidios gubernamentales sino con las cuotas que aporten los que no sean asegurados por las compañías privadas.
Además de esta descripción de un plan todavía abstracto, Obama traía dos cartas guardadas en la manga. Una, la inclusión de una idea de su rival electoral, John McCain, que se lo agradeció con una amplia sonrisa. Y otra, más conmovedora, la carta póstuma que le escribió el senador Ted Kennedy en mayo, cuando supo que no sobreviviría al cáncer. Su mujer Vicki y sus hijos escuchaban sobrecogidos desde el hemiciclo.
«Cuando pienso en todos los años, todas las batallas, y todas las memorias de mi larga carrera pública, tengo confianza en que en estos días de cierre, si bien no estaré ahí para verlo, usted será el presidente que finalmente firme la ley de la reforma sanitaria, esa gran deuda pendiente de nuestra sociedad». Contagiados por su optimismo, los demócratas han prometido a Obama que tendrá la ley sobre la mesa antes del Día de Acción de Gracias, a final de noviembre.