Obama apuesta su capital político
El presidente vincula el éxito de su mandato a la aprobación de una reforma sanitaria que dé cobertura médica a todos los estadounidenses
CORRESPONSAL. NUEVA YORK Actualizado: GuardarTodo el capital político de Barack Obama está empeñado en una sola causa: sacar adelante una reforma sanitaria que proporcione cobertura médica a todos los estadounidenses. Una batalla que ya ha maleado la popularidad del presidente, en gran parte por su culpa, según admitió ayer.
«Yo, en un esfuerzo por dar al Congreso la capacidad de hacer su trabajo en vez de pisarle los talones, probablemente dejé ahí fuera demasiada ambigüedad, lo que ha permitido a los oponentes de la reforma llenar las ondas con un montón de tonterías», confesó ayer al programa The Good Morning America. «Desde la ridícula idea de que íbamos a montar comités de la muerte a la falsa noción de que esto estaba diseñado para proporcionar seguro médico a los inmigrantes ilegales. O esa noción más amplia de que el Gobierno se haría cargo de la cobertura sanitaria, que es algo que no ha contemplado ninguna de las leyes que han pasado por el Congreso».
Con ese mea culpa empezaba un día que acabaría con el Congreso reunido en sesión especial para escuchar la visión presidencial de la reforma sanitaria, de la que Obama sólo había dado grandes brochazos mientras cinco comités legislativos trabajaban en diferentes versiones. El inquilino de la Casa Blanca no había querido entrar en detalles para que los republicanos no se dedicaran a desmontarlos, como hicieran con la versión de Bill Clinton en 1993, pero la clave de esa estrategia era la velocidad. El Senado debía aprobar su propia versión antes del receso veraniego, y eso no ocurrió. Un mes de bombardeo ultraconservador ha dejado poco espacio para empresas idealistas.
Falta de claridad
Seis de cada diez estadounidenses, según una encuesta de CBS, considera que el presidente no ha sido suficientemente claro sobre el tipo de reforma que quiere. A eso tenía que responder Obama anoche, además de desmontar con claridad los bulos instalados en el subconsciente de los ciudadanos durante agosto.
Cuatro de los cinco comités que redactan versiones de la ley ya han alcanzado un acuerdo. Y el último, el de Finanzas, anunció ayer que tendrá una versión final dentro de dos semanas, con o sin el apoyo de los republicanos. Otra cosa es que logre superar la votación del Senado con la mayoría absoluta necesaria para blindar la legislación, algo que el partido ha prometido antes de final de año.
El atasco se ha centrado en la opción pública que Obama defendió anoche. Una alternativa gubernamental para aquellos estadounidenses que no puedan obtener cobertura con los seguros privados y que ha despertado los fantasmas del comunismo en el país que ha hecho de la libre competencia una religión pública.
Ejercicio desleal
Los republicanos claman que la entrada de la Administración en el negocio de la cobertura sanitaria sería un ejercicio desleal contra el que no podría competir ninguna empresa privada, lo que arrastraría a muchas a la bancarrota. A esa idea se han sumado los demócratas fiscalmente conservadores del grupo Blue Dogs, mientras que el resto de su partido considera que la reforma sanitaria será papel mojado si no produce una alternativa gubernamental.
La perspectiva de un acuerdo en este sentido ha llevado las acciones de las compañías de seguros a la baja, mientras que, cuando lo que suena es que Obama no la considera imprescindible para firmar la ley, los inversores sonríen. Todas las versiones de la reforma sanitaria incluyen la obligación de que las familias de cuatro miembros que ingresen más de 22.000 dólares -15.150 euros- al año tengan que adquirir un seguro médico, so pena de multas de hasta 3.800 dólares -2.000 euros- anuales, lo que pondría en la cartera de las compañías privadas al menos doce millones de nuevos clientes. De ahí que la reforma sanitaria sea mucho más que una guerra ideológica, en la que Obama empleó anoche su último gran cartucho.