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El presidente del Gobierno, Jose Luis Rodríguez Zapatero, conversa con las vicepresidentas De la Vega y Salgado durante la sesión parlamentaria de ayer. / EFE
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El Gobierno y la oposición descartan por imposible un pacto global contra la crisis

Todos los grupos parlamentarios se declaran dispuestos al diálogo con el Ejecutivo, pero exigen un cambio de rumbo en su política

M. IGLESIAS / R. GORRIARÁN
COLPISA. MADRIDActualizado:

La próxima reunión de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy tiene todos los visos de ser un camino hacia ninguna parte a juzgar por el debate parlamentario de ayer. El primero en verlo fue el presidente del Gobierno, que dijo ser «consciente de la dificultad que entrañaría un acuerdo global sobre la salida de la crisis» y propuso algo menos ambicioso: «sumar esfuerzos» en temas concretos. El líder de la oposición compartió el análisis. «Dejémonos de bromas -señaló-, usted no está buscando un gran acuerdo nacional para afrontar la crisis», y aceptó la oferta de hablar «en serio» de reformas acotadas a energía y educación.

Sus respectivas posiciones sobre la respuesta a la crisis son antitéticas. Ambos se pusieron condiciones imposibles para pactar: el jefe del Ejecutivo se aferró a la subida de impuestos, a lo que el líder de la oposición se negó en redondo; el presidente del PP reclamó el recorte del gasto público y el jefe del Ejecutivo lo descartó porque pondría en peligro la protección social.

Hubo algunos avances. Nadie se enredó en determinar las causas y las culpas de la crisis; ni el presidente del Gobierno aludió a los orígenes internacionales, ni el líder opositor dedicó tiempo en sacar a relucir la torpeza gubernamental. Es más, hubo cierta coincidencia en el diagnóstico de la situación: hay que combatir el déficit y el paro. Pero la terapia es distinta. El presidente del Gobierno apostó por «pedir sacrificios» a los ciudadanos con más recursos para que asuman el incremento fiscal a fin de enjugar los números rojos de las cuentas públicas y, al mismo tiempo, mantener la protección social y las inversiones que palien el desempleo.

El líder opositor, en cambio, ve más eficaz el recorte del gasto público y poner en marcha reformas estructurales, como la del mercado de trabajo, para mejorar la ocupación y relanzar la economía.

Así las cosas, Rodríguez Zapatero exigió a Rajoy y al portavoz de CiU desvelar qué partidas presupuestarias reducirían. Al líder de la oposición le preguntó: «¿De dónde quiere recortar, del desempleo, de las infraestructuras, de la innovación o de la seguridad de los cuarteles de la Guardia Civil?, porque eso también es gasto corriente». Y a Josep Antoni Durán Lleida si la poda del gasto debería afectar también a «las transferencias a las autonomías».

El líder de la oposición no quiso entrar en el juego y abogó por un «cambio radical en la política económica» que suponga una «reestructuración del gasto público, reformas de las administraciones, de la Justicia, el mercado laboral y el fortalecimiento de la unidad de mercado». Para esto sí se mostró dispuesto a llegar a un pacto que no cree viable, pero no descartó las ofertas de Rodríguez Zapatero para dialogar sobre educación y política energética.

El presidente, por su parte, no sólo aceptó revisar las cifras del gasto público, sino también su oferta para discutir en un debate monográfico «con luz y taquígrafos» sobre la reforma educativa. A cambio, reclamó «comprensión» al PP ante las medidas que adopte el Gobierno.

Contradicciones

Rodríguez Zapatero no encontró fidelidades absolutas en el resto de los grupos minoritarios, pero tampoco hostilidad manifiesta. Todos estuvieron dispuestos al diálogo, pero criticaron la deriva de la política gubernamental ante la crisis y reclamaron un cambio de rumbo. Censuraron la improvisación y las medidas contradictorias adoptadas, y exigieron mayor concreción. Ninguno, sin embargo, sacó el hacha de guerra salvo CiU, cuyo portavoz se mostró muy beligerante con el Gobierno.

El PNV en cambio dio un giro notable a sus posiciones y tendió la mano para un futuro entendimiento presupuestario y en otros asuntos, condicionado a la recuperación de la armonía institucional en el País Vasco. Rodríguez Zapatero agradeció el discurso «constructivo y positivo» del portavoz nacionalista, Josu Erkoreka, y lamentó que el de Durán Lleida estuviera «muy cerca» del PP.

El presidente del Gobierno, a la vista de las intervenciones, calibró las posibilidades de acuerdo con los grupos minoritarios y comprobó que tiene el terreno allanado para la aprobación de los Presupuestos. Desoyó las exigencias para detallar la subida de impuestos, como reclamaron varios socios potenciales, pero adelantó que tiene «un plan completo» que prefirió fiar al diálogo presupuestario.

Ante el insistente reproche del republicano Joan Ridao para formalizar una alianza permanente, porque «necesita una mayoría estable y sigue revoloteando de flor en flor», el presidente replicó con un ripio: «No hay mejor mayoría que la que se construye cada día». O sea, que la estrategia de la geometría variable va para largo.