VÍDEOS DE ESCÁNDALO

¿Todo vale en YouTube?

Los altercados en Pozuelo avivan el debate sobre si hay que censurar los vídeos colgados en internet

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«No te quiere nadie... No te quiere nadie... Mira, mira, ¡en toda la jeta! ¡Cabrón! No te quiere nadie... No te quiere nadie...». Y todo esto, con un tonillo de patio de colegio que sonroja a cualquiera. Seguro que muchos de ustedes habrán visto el vídeo más bochornoso que se grabó en Pozuelo de Alarcón (Madrid) el pasado domingo. De momento sigue en YouTube con la advertencia, eso sí, de que el responsable de haberlo colgado no lo filmó en vivo y en directo. Una manera de lavarse las manos y dejar claro que yo no he sido, yo no he sido. De nuevo los tics de patio de colegio. Los protagonistas son jóvenes que celebraban una noche de macrobotellón en el municipio con la renta más alta de España. Que Pozuelo no es Harlem, ni Vallecas.

El vídeo se retiró durante unas horas -a instancias de alguien cuya identidad no ha querido revelar la responsable de YouTube en España-, pero ahora ya tiene vía libre en el ciberespacio. Así es como funciona este contenedor que permite compartir retazos de la vida y milagros de cualquiera. Cuando los particulares meten baza con sus historias, todo es de quita y pon, retazos inconexos que poco dicen por sí solos. Quien no conozca el contexto de la pelea en Pozuelo no entenderá nada; no está de más hacer memoria para poner cada cosa en su sitio.

Hace dos días, la primera noche de las fiestas patronales degeneró en una batalla campal que se saldó con 20 detenidos -siete de ellos, menores- y diez policías heridos. Durante tres horas, cientos de jóvenes pusieron contra las cuerdas a la Policía Municipal y Nacional. Vandalismo puro y duro que para muchos -borrachos perdidos y con un móvil de última generación en el bolsillo- cobraba dimensiones de hazaña. No podrían tocarse la nariz, pero sí eran capaces de teclear un par de botoncitos para captar las imágenes de los botellazos que recibían las Fuerzas de Seguridad.

«Yo creo que ni se daban cuenta de la gravedad de los hechos. Para ellos, el ocio de fin de semana tiene tres partes. Una cosa lleva a la otra y ninguna debe faltar si quieren pasarlo bien. El paquete botellón, altercados y YouTube es una sola cosa», razona Joseba Lópezortega, experto en comunicación y director general de la empresa Suministros de Imagen. En definitiva, el narcisismo cibernético les puede; ya sea para demostrar sus dotes musicales, dar una opinión sobre los últimos capítulos de House o dejar constancia de sus gamberradas en internet.

En la Red cabe todo. Más aún porque los jóvenes son incansables: el 60% de las imágenes que pululan por el ciberespacio las han introducido ellos en menos de medio minuto. Muy pocas veces se leen la letra pequeña de los términos de uso; no hay más que ver a cualquier niño ante una pantallita. Con tres añitos, los hay más diestros que su padre en el uso de la pantalla táctil del móvil. «Eso sí, como es lógico, les falta el sentido común que se supone a sus progenitores», advierte Ofelia Tejerina, abogada de la Asociación de Internautas de España. Los menores no suelen tener plena conciencia de los peligros que hay en cada esquina del mundo punto.com. Les puede sorber el seso de tal forma que pierden la noción de la realidad, se infantilizan y se olvidan de lo más básico: que hay actitudes y desmanes intolerables en cualquier momento y lugar. «Lo mismo delante de los padres que en una carpeta guardada en el ordenador o en YouTube», insiste Tejerina.

Es decir, humillar a un niño con síndrome de Down, dar una paliza a una compañera del colegio o espiar a una profesora en los cuartos de baño son actos censurables. Es de cajón, pero algunos usuarios con pocos años no lo ven tan claro cuando eso aparece en Internet. De ahí que expertos como Javier Urra -ex presidente de la Red Europea de Defensores del Menor- consideren tan importante divulgar «las penas que les caen a los que cometen abusos en la Red». Que se vea que la Justicia no es virtual «sino analógica, la de toda la vida». El que la hace, la paga.

Cuando hay injurias (insultos) o calumnias (imputaciones falsas de delitos), el culpable deberá aflojar la cartera e indemnizar al ofendido y si el daño es mayor sufrirá hasta la privación de libertad. Un ejemplo: si se exhibe un vídeo de alguien desnudo sin su consentimiento podrá demandar a quien captó las imágenes y a quien las colgó por revelación de secretos, lo que se puede traducir, si la sentencia es condenatoria, en una pena de entre dos y cinco años de cárcel. La vía directa para conseguir este resarcimiento es la judicial. A no ser que uno se conforme con la retirada del vídeo, para lo que bastaría con hacérselo saber a los propios responsables de YouTube o a la Agencia de Protección de Datos.

¿Hay otras alternativas? Pues no. La censura en internet es un tema tabú en Occidente. Como recuerda la propia Tejerina, «la ley de comercio electrónico prohíbe el control absoluto de los contenidos de la Red y en cuanto a YouTube, eso es sólamente un espacio, como una nave indutrial...». En resumidas cuentas, lo que ahí ocurra -salvo delitos flagrantes que se noten desde el principio-, debe ventilarse entre los internautas. Sólo queda confiar en su madurez; incluida la de los menores. Tema complicado.