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Ahmadineyad mide la paciencia de Obama
Irán desoye el ultimátum de la Casa Blanca al afirmar que su pueblo jamás renunciará al «derecho inalienable» a poseer energía nuclear
Actualizado: GuardarLa paciencia de Barack Obama se examina en Teherán. La buena voluntad del presidente estadounidense ha topado de bruces con la infinita perseverancia de los árabes. Una palabra buena, una regular y todas sin ningún sentido concreto. O un paso adelante y otro atrás para mantenerse siempre en el mismo sitio. Obama, que intenta negociar en el bazar iraní, lo ha comprobado en varias ocasiones. Sus propuestas de diálogo siempre son aceptadas, pero se dilata la concertación de la cita mediante una combinación medida de distanciamiento y acercamiento.
Cuando se otea ya en el horizonte el final del plazo otorgado -finales de este mes- por la Casa Blanca para que el régimen de los ayatolás se pronunciara sobre la última oferta del G-6 -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China- para encarrilar el conflicto nuclear, Said Jalilí, el hombre del Gobierno teocrático en la mesa de negociaciones, anunció la pasada semana una «nueva oferta de debatir con el G-6». Ese fue el paso hacia delante.
El retroceso llegó ayer de boca de Mahmud Ahmadineyad. El líder fundamentalista persa se mostró dispuesto a debatir con Occidente sobre «los retos globales y el uso de la energía atómica», pero dejando siempre claro que su programa nuclear es innegociable, al considerarlo un «derecho inalienable». En eso, y la reiteración de su deseo de mantener un debate frente a las cámaras de televisión con su homólogo norteamericano, se basaba la «nueva oferta»
Para Ahmadineyad el asunto nuclear «está concluido» y fuera de cualquier foro de discusión. «Continuaremos nuestro trabajo atómico en el marco de la normativa global y en estrecha cooperación con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), pero nunca negociaremos sobre un derecho inalienable de la nación iraní». Desde el organismo de la ONU, no obstante, se tiene una visión diferente sobre esa 'colaboración'. Aunque admite que el régimen persa ha mejorado su cooperación en varios ámbitos, mantiene su incógnita sobre posibles dimensiones militares del programa nuclear.
La Casa Blanca también camina a lomos de esa duda existencial. Si acogió con cierta expectativa las palabras de Jalilí, las de Ahmadineyad se han encargado de diluir cualquier esperanza. Todo sigue igual. Irán ha dado un paso adelante y otro para atrás. Y sigue en el mismo sitio. O sea mantiene su negativa a la oferta de Occidente de incentivos económicos y diplomáticos a cambio de que detenga el enriquecimiento de uranio.
Nuevas relaciones
Washington esperaba otra respuesta. Creía que el foro adecuado sería la asamblea general de la ONU, a finales de mes, pero Ahmadineyad se ha adelantado. «No he oído a nadie fijar un ultimátum. La cooperación basada en el respeto y la justicia se contradice con los plazos», advirtió, al mismo tiempo que volvió a poner sobre la mesa una propuesta sobre un enfoque diferente de la relaciones con Estados Unidos. Más de lo mismo.
Teherán llena sus declaraciones de palabras tan altisonantes como huecas. Quiere colaborar para extender a todo el mundo «el uso pacífico de la energía limpia» evitando la proliferación de las armas nucleares. «Estamos dispuestos a hablar. Siempre lo hemos estado y siempre querremos escuchar», según su presidente ultraconservador, tan seguro como desafiante. Porque, tras las buenas palabras, recuperó su vocabulario radical para anunciar «una nueva estrategia diplomática para combatir los sistemas unilaterales y monopolistas», además de «alentar una reforma de la ONU».
El G-6, sobre todo Francia y Alemania, aboga por un endurecimiento de las sanciones económicas para forzar la colaboración. Pero, sin duda, ello no moverá ni un centímetro la postura iraní. Los ayatolás saben que su táctica dilatoria ha funcionado durante siglos y ahora es tan útil como siempre. Y sobre todo saben que su hipotético potencial nuclear genera respeto, seguramente miedo, en Occidente. Ello evitaría cualquier medida drástica. El átomo sirve de freno. Como en Corea del Norte.