Una España distorsionada
El orden le basta a Serbia para dar la sorpresa y ganar a la selección de Scariolo, anoche un equipo fallón y perdido en la cancha
ENVIADO ESPECIAL. VARSOVIAActualizado:En el baloncesto, los números lo son todo. Si las cuentas no salen, poco importa acceder a otro tipo de variables para determinar una explicación ante un fenómeno paranormal. De tal guisa puede tildarse la imagen dada por la selección española en el arranque del Eurobasket. Por mucho que Sergio Scariolo tratara de alertar a propios y extraños sobre el potencial de Serbia, el mal ayer no obró en poder yugoslavo. A la eñe se le cayó el rabito casi desde el mismo salto inicial y no lo encontró por más que buscó por el Torwar Hall de Varsovia.
Fue un espejismo, un reflejo distorsionado sobre la superficie del cercano Vístula. El aspirante a todo, que lo sigue siendo pese a mostrar su lado más humano, mantuvo las constantes intermitentes atisbadas en el amistoso de Lituania. Entonces, Scariolo decidió no hacer nada para evitar la sangría, para maquillar a sus actores. Prefirió que se les viera con surcos y arrugas para endurecer así su ego. Todo el mundo había entendido el mensaje. O eso se decidía.
Pero bastó el orden, la disciplina, la convicción y el trabajo destajista de una Serbia más sobria que audaz para darle un soberano revolcón a la lógica. El triple con que Tepic abrió el luminoso fue toda una advertencia. Su par flotó en defensa y el serbio no lo pensó. Así rigen las mentes tras pasar por el rebozado táctico de Ivkovic. Mientras no haya motivos evidentes, pruebas palpables, el miedo no existe. Y en esta ocasión, la eñemanía no ejerció su maléfico influjo en los balcánicos.
Se alinearon todos los peros imaginables para cercenar el favoritismo español. Garbajosa dio la primera voz de alarma. El de Torrejón tenía el día torcido. Los renglones acabarían inclinados en todas las hojas de tareas de los de Scariolo. El de Brescia les cambió los bolis, los folios, todo cuando se podía variar en busca de una mejor caligrafía. Nada. Los números más que cantar, chirriaban desafinados. Ningún triple en diez intentos al descanso. Eso, para España es mucho dejado sin anotar.
Los recursos no ofrecían solidez. La entrada de Pau Gasol excitó al resto del clan. Cabezas daba el primer relevo a un desorientado Ricky y Llull acababa como tres en su estreno de rango con la roja, antes de retornar a su posición de escolta cuando Claver sustituyó a Navarro. Probaturas que no conseguían que el traje adquiriera la forma idónea.
Flojera de Gasol
Sólo con la primera tanda de minutos para Raúl López se vislumbró una España conocida. Sonaba verla correr, puntear los tiros tras una jornada previa de brazos caídos. Y los triples seguían sin entrar (dos de 18 en la recta final). Y tampoco lo hacían los tiros libres (diez de 20 como peor plusmarca). De poco servía que los españoles hicieran bien casi lo único de la velada, meter en bonus a su rival a los tres minutos de la reanudación. Pero cada visita a la línea de castigo se convertía en una tortura, sobre todo para un Pau Gasol que desde ese punto (uno de ocho) sintió una flojera mayúscula que se proyectó al resto de su juego, comenzando por los problemas para sujetar la bola. Pero no estaban tampoco su hermano Marc y Felipe Reyes con el empaque necesario. Y Garbajosa seguía desaparecido. Y los tiros exteriores no entraban. Y las transiciones defensivas eran de todo menos transiciones y defensivas... Y nada salía como se esperaba. Y nadie estaba medianamente potable. Y se notaba claro, la ausencia del tridente defensivo de la anterior entrega de la selección (Calderón, Berni Rodríguez y Jiménez).
Pesadilla
Pero ni así resultaba verosímil el 56-37 con que Serbia ya había sentenciado el partido en el final del tercer cuarto. Pesadilla. Insomnio. Incredulidad tras las pancartas que daban el presente a las más diversas procedencias. León, Huelva, Madrid, alguna ikurriña, banderas republicanas, todo servía para pixelar la decepción que se respiraba en las gradas.
El último intento de reacción hizo albergar alguna esperanza. Pero la fe resultó tan tímida que no cuajó cuando España rebajaba la desventaja a nueve puntos a falta de los cinco minutos finales, que no decisivos. El mal ya estaba hecho. Y los números lo reflejaron. Con dos de 19 en triples y 15 de 28 en tiros libres sobra todo. Así, con el tino más desviado que las escopetas de feria, sin rozar los 60 puntos, no se puede ganar un partido.