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Marc Gasol, junto a un pensativo Felipe Reyes./ EFE
Deportes/Baloncesto

Escarabajos, de la noche a la mañana

ÁNGEL RESA
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El ingente talento literario de Kafka se condensa en la primera página, no le hizo falta ni una más, de su célebre Metamorfosis. El protagonista se acuesta hombre y se despierta escarabajo, un bicho repugnante que apenas puede moverse y genera asco entre quienes le rodean. Líbrenos Scariolo de comparar a sus jugadores con el animal parido por la mente del autor checo pero, realmente, sus discípulos se pasearon en el debú europeo de Varsovia con la lentitud, la torpeza y una falta de pulso desconocida en un grupo que enamora con su baloncesto porque vive con pasión este juego.

Nunca mejor dicho, de la noche a la mañana, la selección que manda en el ataque estático, la que impone el compromiso y la calidad en el poste bajo, la que revienta a los rivales cuando les propone transformar los partidos en pruebas de velocidad, se movió con la dificultad del escarabajo. Marchó al trote y sin emoción, con una caja de cambios incapaz de meter la cuarta hasta los cinco minutos finales. Pocos chóferes se salvaron y tampoco parece cuestión de extender el índice para reclamar sacrificios, pero salvo alguna intermitencia deslumbrante de Navarro, Felipe Reyes -tipo que no concibe el deporte sin entregar el cuerpo y el alma- y la electricidad que emana del negroide cuerpo de Llull, el suspenso envuelve al resto.

Banquillo incluido, que sólo optó por la fórmula que el encuentro pedía gritos -tres pequeños, Felipe, Pau y a correr- cuando el 45-58 del minuto 34 amenazaba con provocar definitivamente un incendio. La anemia baloncestística del equipo se centró, particularmente, en Garbajosa -una escopeta de feria patronal- y en un descorazonador Marc Gasol, una sombra chinesca de quien acostumbra a gobernar las zonas.

Fatal puesta en escena

Cuando el teatro anuncia una obra de la selección española de baloncesto, el personal forma cola en la taquilla porque sabe que entre actores de raza y lucidez siempre restalla el espectáculo. Pero a España le falló la puesta en escena, se rindió al monólogo serbio sin hallar un momento para la réplica. Y pagó ese comienzo fatal nada más levantarse el telón hasta el punto se sentirse incompetente para virar el rumbo de la representación.

El combinado nacional pagó en el inicio la superioridad exterior de Serbia, se olvidó de las transiciones que tantos réditos le reportan y no halló más recurso que el triple desviado. Era el cuadro de Ivkovic el que metía de fuera, castigaba por dentro con Krstic y corría. El veterano técnico, mariscal de tan malas pulgas como sabiduría baloncestística, ha acertado con la limpieza del trastero. Adiós a hombres de vuelta de todo y puerta abierta de par en par a los jóvenes. Que, como son balcánicos, saben jugar a esto.

Doce puntos de España en el primer cuarto; veintitrés en el descanso... Anotaciones sonrojantes. Al adversario le bastaba sumar con un diapasón discreto a base de las acciones de toda la vida: que si corte por la zona para dejar una bandeja, que si tiro corto junto a la línea de fondo... Demasiadas concesiones atrás en un grupo, el de Scariolo, que ayer no le pegaba a un balde adelante.

La hemorragia amenazaba con rebozar el cuerpo al término del tercer cuarto (37-56). Sólo entonces, con la honra al menos por recuperar, comenzaron a servir algunas variaciones ordenadas por Scariolo. Las defensas zonales, en especial la 1-3-1, rebajaron la producción serbia. Y el quinteto con Ricky, Navarro, Llull, Felipe y un Pau sombrío llegó a acariciar la esperanza. No hubiera resultado justo para un arranque de campeonato que incita a reflexionar.