GRÁFICO: A. LUCAS Lula muestra las manos impregnadas de petróleo, en una imagen de archivo. / AFP
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Una dádiva de Dios

Lula desea que la riqueza que genere la explotación de los grandes yacimientos de petróleo hallados en aguas de Brasil sea «un pasaporte al futuro» para un país con un 30% de pobres

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La mayor reserva de petróleo de Brasil estaba desde hace millones de años dormida bajo el lecho marino, a 7.000 metros de profundidad y a casi 300 kilómetros de la costa sudoeste del gigante sudamericano. El hallazgo de una inmensa área de petróleo y gas se produjo hace dos años y, por supuesto, no fue por casualidad, sino como consecuencia de la acumulación de conocimientos científicos y técnicos.

La explotación de esos yacimientos, estimados entre 50.000 y 80.000 millones de barriles de crudo, convertirá a Brasil en uno de los diez mayores productores del mundo junto a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Canadá, Irán, Irak, Kuwait, Rusia, Angola, Nigeria y Venezuela. De hecho, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ya invitó a Brasil a ser parte de la familia.

Esta inmensa riqueza, que no será fácil de extraer, podría ser «un pasaporte al futuro» para un país de 190 millones de habitantes de los que el 30% vive en la pobreza, según lo anunció el presidente, Luiz Inacio 'Lula' da Silva. Ese es su mayor sueño. Pero para eso, como él mismo mandatario admite, habrá que evitar «la maldición del petróleo». Se refiere así a los países en desarrollo que albergan reservas millonarias junto a sociedades pobres y analfabetas.

El descubrimiento de los grandes yacimientos fue, en palabras de Lula, «una dádiva de Dios, una riqueza que bien explotada y administrada puede impulsar grandes transformaciones en el país, mejorando las condiciones de vida del pueblo». «No tenemos derecho a gastar ese dinero en el presupuesto del Gobierno», enfatizó. Lula quiere crear un fondo social que permita derivar las nuevas riquezas hacia la educación, la salud, la ciencia y la tecnología y el combate a la pobreza.

Por su parte, Dilma Rousseff, jefa de la Casa Civil y candidata del oficialismo a suceder a Lula en 2010, coincide en que el Gobierno debe «transformar petróleo en riqueza social». «No somos Noruega con cinco millones de habitantes, donde todo el mundo tiene renta, educación de calidad y vivienda. Acá vamos a tener que orientar esa riqueza para que sea efectivamente un pasaporte al futuro», remarcó.

Los argumentos de ambos políticos apuntan a respaldar los proyectos que acaban de enviar al Congreso. El Gobierno quiere que Petrobras, la empresa de capital estatal y privado que explota la industria petrolera, tenga el mayor control de la nueva provincia repleta de crudo en sus entrañas. Además, se espera que el flujo de riqueza que surja del Atlántico sirva para crear un fondo de inversión social.

La nueva reserva se extiende a lo largo de 800 kilómetros de la costa brasileña, desde el estado de Espíritu Santo hasta el de Santa Catarina. Bajo un manto de agua de más de 2.000 metros y de otra de sedimentos estimada en otros mil, hay una gruesa capa de sal que llega a tener otros 2.000 metros. Por debajo de todo, está el petróleo y el gas en un área de aproximadamente 160.000 kilómetros cuadrados. De ahí que el hallazgo se identifica como Presal -por debajo de la capa de sal-.

Excelente calidad

Las pruebas realizadas anticipan que el petróleo es ligero, de excelente calidad y alto valor comercial. Brasil, que era el país del biocombustible (etanol), ahora será un poderoso exportador de crudo y seguramente también de conocimiento. La logística de apoyo en alta mar que exige semejante aventura es poderosa y de gran coste, y ya ha comenzado a desarrollarse, generando miles de nuevos empleos sobre todo en estados de la costa, que son los que reclaman mayor porción de los beneficios. «El Gobierno quiere ser Robin Hood», se queja el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral.

La industria naval no da abasto y la primera unidad de producción en alta mar ya está en funcionamiento. Se trata de una plataforma construida íntegramente en Brasil, concretamente en Río de Janeiro, e instalada a 120 kilómetros de la costa. Cuenta con una compleja red de tuberías, grúas y áreas de trabajo, además de un helipuerto y alojamiento para 200 personas.

«Vamos a contar con una sofisticada industria petrolífera. Vamos a consolidar el renacimiento de nuestra industria naval y a acelerar el desarrollo tecnológico de nuestra petroquímica», prometió Lula. Todo un desafío que puede quedar en un sueño o cambiar a Brasil de manera radical.