
La mutación del rey de reyes
Muamar Gadafi certifica su reconciliación con la comunidad internacional al cumplir 40 años en el poder y tras ser tachado de «perro loco de Oriente Próximo»
Actualizado: GuardarEs el jefe de Estado más longevo de África y el tercero del mundo. Sólo el rey Bhumibol de Tailandia y la reina Isabel II de Inglaterra han pasado más tiempo desgastando el sillón del poder. Sus súbditos lo denominan el hermano líder y guía de la revolución. Él mismo se considera un libertador. Para el resto del planeta ha sido desde el «perro loco de Oriente Próximo», como lo definió el ex presidente estadounidense Ronald Reagan, hasta un patrocinador del terrorismo, un paria internacional, o un indómito luchador contra el imperialismo. Muamar Gadafi ha sido, probablemente, todas esas cosas. Y es que cuatro décadas de mando dan para mucho.
Libia ha celebrado el 40º aniversario del golpe de Estado que llevó a un entonces joven y ambicioso militar al frente de los destinos del país. Desde entonces, Gadafi ha gobernado con puño de acero y ha conducido su territorio a través de una montaña rusa internacional. Desde el aislamiento más miserable ha pasado a resurgir de sus cenizas, como el Ave Fénix, tras ser cortejado por una serie de gobiernos sedientos de petróleo.
Sin pelos en la lengua y con un particular sentido de la estética, Gadafi es probablemente, y sin menospreciar al líder de Corea del Norte, Kim Jong-Il, uno de los dirigentes más excéntricos del planeta. Adicto a la atención pública y al espectáculo, sus salidas de tono y extravagancias comienzan a ser conocidas como 'gadafiadas'. Perlas como que el autor inglés Shakespeare no era sino un emigrante árabe llegado a las islas británicas bajo el nombre de Sheij Espir, son algunos de los 'regalos' con los que obsequia a los periodistas.
Pero Gadafi no es ningún tonto. Ha sabido reconducir a Libia desde el más absoluto aislamiento con una pericia muy calculada. El día 23 pronunciará un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, toda una puesta de largo para su reinserción en la comunidad internacional. Para ello ha renunciado a su programa de armas de destrucción masiva, ha criticado y condenado el terrorismo islamista justo en el momento oportuno, en plena cruzada de Bush contra los Bin Laden del mundo. Y, sobre todo, ha utilizado su baza más poderosa para doblegar al enemigo: el petróleo.
El 'caso Lockerbie'
Pero tras lo sucedido en los últimos meses muchos se preguntan si el régimen libio ha cambiado un ápice. La semana pasada, Gadafi recibió con honores de héroe al único condenado por el atentado de Lockerbie a pesar de los enfados de Reino Unido y EE UU. El año pasado, después de que uno de los hijos del líder libio, Haníbal, fuera detenido en Ginebra por dar una paliza a una sirvienta, el guía de la revolución cortó el grifo de petróleo a Suiza y retiró miles de millones de dólares de los bancos helvéticos.
«Gadafi ya no usa el terror», reconoce en una entrevista telefónica Dana Moss, analista experta en Libia del Washington Institute for Near Esat Policy. Sin embargo, lo sucedido en Suiza muestra que «el régimen aún actúa de manera poco diplomática y muy irresponsable, especialmente al utilizar los negocios como una forma de chantaje. En muchos aspectos, Libia no ha cambiado», opina Moss.
Gadafi quiere reintegrarse en la comunidad internacional y relacionarse con el mundo, principalmente con el resto de África, donde se ha autoproclamado rey de reyes tras ser nombrado presidente de turno de la Unión Africana. Pero con Europa y Estados Unidos sólo está dispuesto a hacerlo bajo sus propias condiciones. «No quiere que le den órdenes ni que le digan lo que tiene que hacer. No quiere abrir el sistema político en Libia y quiere obtener el reconocimiento internacional», asegura la analista.
El 1 de septiembre de 1969, Gadafi orquestó, junto a un pequeño grupo de oficiales, el derrocamiento del primer y único rey de Libia, el prooccidental Idris I. El líder golpista tenía entonces 27 años y era un ferviente seguidor de las ideas panarabistas del legendario presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Quería liberar a Libia y, por extensión, a todo el mundo árabe del imperialismo occidental. También estaba entre sus planes destruir el Estado de Israel.
El nuevo régimen instaurado por Gadafi se basó en una especie de «socialismo islámico», cuya teoría estampó en su famoso Libro Verde. Libia pasó así de una monarquía a ser la Yamahiriya, un término acuñado por el mismo presidente que significa Estado de las masas. Pero curiosamente, las masas nunca han tenido mucha voz en Libia. En el país norteafricano no existen los partidos políticos y el Estado ejerce un fuerte control sobre la opinión pública.
Apoyo a terroristas
El controvertido dirigente no dudó en patrocinar en los años 70 y 80 a los más oscuros grupos terroristas internacionales, a quienes dotó de armas y financiación. Se le ha relacionado con el venezolano Carlos 'Chacal', con el IRA y con el grupo Septiembre Negro que causó la masacre durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972.
Sin embargo, fue la implicación del Gobierno de Trípoli en varios ataques perpetrados en Europa lo que aisló progresivamente al régimen, especialmente tras el atentado contra el avión de la Pan Am en 1988. La aeronave explotó sobre la localidad escocesa de Lockerbie y causó 270 muertes. Esto provocó que la ONU decidiera imponer sanciones al régimen. Libia, después de permanecer aislada durante más de una década, aceptó en 2003 compensar a las familias de las víctimas del atentado. Retornaba así a la comunidad internacional.
Gadafi todavía mantiene una frenética actividad pese a que han pasado cuarenta años de su asalto al poder. Su protagonismo y férreo control han eclipsado a cualquiera que quisiera hacerle sombra. El coronel no ha nombrado a un sucesor, pero pocos dudan de que Libia se convertirá en una república hereditaria, tal y como sucedió en la Siria de Hafez al-Asad y como se espera que ocurra en el Egipto de Hosni Mubarak.
La continuidad del régimen libio gira en torno a dos nombres: Muatasim, uno de los hijos de Gadafi apoyado por las facciones más duras y, sobre todo, Seif al-Islam, otro de los vástagos del coronel. No obstante, el propio Seif, quien ha desempeñado varias misiones diplomáticas, ha negado que él o cualquiera de sus hermanos vaya a ser nombrado sucesor. «Después de mi padre habrá democracia», ha señalado en varias ocasiones. ¿Otra 'gadafiada'?