«Jenaro se ofuscó y no vio otra salida más que desaparecer»
El responsable de su defensa cree que «nada de lo que hizo tiene sentido» «Hoy en día nadie va a la cárcel por deber dinero; no es un delito»
CÁDIZ Actualizado: GuardarTiene entre manos una de las bombas del verano. Alfonso Jiménez, conocido abogado gaditano, va a ser el encargado de defender a Jenaro Jiménez Hernández, el empresario que, acuciado por las deudas, fingió su propia muerte por ahogamiento y se marchó a Paraguay. Hace unos días regresó y ahora se enfrenta a un buen número de denuncias de acreedores, además de presuntos delitos de estafa, falsificación de documentos o apropiación indebida. El viernes se verá cara a cara con el juez para empezar a arrojar luz sobre un asunto con muchos interrogantes.
-Jenaro Jiménez ya está en Puerto II. Usted es casi el único que ha podido hablar con él. ¿Cómo le ha encontrado?
-Físicamente, en líneas generales, bastante bien. Y de ánimo no está mal. Fundamentalmente tiene ganas de terminar este asunto. Afrontar lo que tiene por delante para que todo acabe lo antes posible.
-Empecemos por el principio. Abril de 2008. Su cliente, agobiado por las deudas, decide desaparecer. ¿Le ha comentado por qué lo hizo?
-Hemos comentado generalidades, sin entrar en un detalle concreto de las cosas. Pero de esas conversaciones se desprende que hay un momento en el que pierde el norte, se le cruzan los cables. La crisis económica, unida a algunos negocios que le van mal, le crea una ansiedad... no sé, algo que le impide razonar normalmente. Y llega un momento en que no ve más solución que quitarse de enmedio.
-Una solución un poco drástica...
-Sí, pero yo me reafirmo en esa tesis porque hace cosas raras, que no obedecen a un camino premeditado y único, sino que piensa varias cosas, hace unas, hace otras... no tiene sentido. Dicen que ha firmado varias polizas de seguro, sin embargo está excluida la inmersión. Va haciendo cosas a saltos, en base a inspiraciones, a momentos. Por eso creo que deja de razonar normalmente. Porque además hay una cosa. Hoy día una persona debe dinero y no pasa nada. Tendrá unas responsabilidades que cumplir y si no las cumple lo declararán insolvente en un juzgado. Y nada más. Este número que ha montado no es propio de una persona que razone con normalidad.
-¿Quizá él pensaba que las consecuencias podrían ser otras?
-No lo sé. No podemos razonar como él razonaba, porque entonces no nos cuadra. ¿Cuántos españoles deben en la actualidad 20 ó 30 millones y no los pagan? Les quitan la casa o les embargan la nómina y no pasa nada más allá del drama personal del individuo. Él se podía haber ido a un pueblo de Badajoz o de Ourense y se acabó. Por eso creo se le cruzan los cables y no actúa con unos parámetros de normalidad. Como la historia de los piratas y el secuestro. Es obvio que su cabeza no estaba bien. Pero bueno, todo esto son suposiciones personales. Él lo único que dice es que en ese momento no ve otra salida y se ofusca.
-¿Cómo lo planeó?
-Bueno, él lo empieza a urdir en su cabeza en el momento que empieza a tener problemas económicos.
-Pero lo tenía bien pensado. De hecho parece que se quedó con dinero en efectivo y durante varios días sacó elevadas cantidades de diversos cajeros automáticos.
-Bueno, de eso no estoy yo muy seguro. Habrá que ver esas denuncias que plantean si son correctas o no. Por lo que nos cuenta, él lo ha pasado bastante mal en Paraguay.
-¿Le ayudó alguien a huir?
-Absolutamente no. Él insiste en que lo hizo todo solo. Nadie de su familia, ni de sus amigos ni nada de nada.
-Trascendió que se marchó desde Tarifa a Gibraltar en bicicleta. ¿Fue así?
-Hizo un pequeño tramo en bicicleta y luego cogió un taxi. A Gibraltar llegó en taxi. Porque además pesa más de cien kilos, no podía hacerlo.
-¿Con cuánto dinero se marchó?
-El importe no era muy elevado. De hecho, se queda sin dinero a los 15 ó 20 días de llegar allí.
-¿Qué hizo al llegar?
-Estuvo unos diez días en un hotel y luego encontró una casita alquilada y se metió allí. Me ha contado que lo pasó muy mal y que trabajaba en una cosa de hostelería. Un servicio de comida que le daba lo justo para poder comer.
-Pero, ¿como empleado o montó él el negocio?
-Por lo que me ha dicho era una especie de contratista autónomo. Él le llevaba la comida a alguien o a unas empresas porque allí hay un sistema de dar comidas y tal... no lo sé exactamente bien pero sólo le daba para comer.
-Y obtuvo una identidad falsa. Se hizo llamar Álvaro Domecq.
-Sí, le pregunté porqué había elegido ese nombre y no sabía responder. Lo eligió como podía haber sido Antonio Gómez. Esto indica cómo tenía este hombre la cabeza. Lo lógico es buscar uno que pase lo más desapercibido posible.
-Pero lo cierto es que obtuvo una documentación falsa...
-No, no tengo yo conocimiento de que tuviera documentación falsa. Simplemente se hacía llamar así.
-¿Estuvo todo el tiempo en Paraguay o en más países?
-Por lo que él me cuenta siempre en la capital, Asunción.
-¿Ha dejado allí algún asunto pendiente con la justicia?
-No, allí no ha tenido ningún problema. Lo único que dice es que aquello es muy peculiar. Hay mucha pobreza y las condiciones de vida son duras. Tiene una experiencia muy penosa de su estancia.
-¿Cuándo decide regresar?
-Cuando se da cuenta de lo que ha hecho. Pero no sabe cómo hacerlo. Le aturde el daño que ha podido causar, sobre todo a su familia y a sus amigos.
-Y se pone en contacto con un amigo, quien lo comunica a la policía, y se pacta la vuelta...
-No. Él no pacta nada. Cuidado porque el matiz es importante. El decide regresar y entregarse. De hecho, su familia paga los billetes de avión. Si él no da señales de vida esto estaría archivado. No es que la policía le localizara y se sintiera acorralado. Él llama para volver porque quiere resarcir el daño causado.