Modelo de semirrígida incautada a narcotraficantes. / LA VOZ
HISTORIA

Enemigos públicos en alta mar

En los últimos treinta años, las costas de la provincia han sido testigo de la lucha sin cuartel contra el narcotráfico de hachís, en una persecución que ha evolucionado sobre las aguas del Estrecho

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La lucha contra el narcotráfico se mantiene sin cuartel cada noche en las costas andaluzas. Una persecución entre vigilantes y narcos, que se extiende desde Almería a las playas de Huelva, desde hace más de tres décadas.

Durante todos estos años, han cambiado las rutas, han variado las estrategias de los narcos e incluso el tipo de droga que se ha transportado a través del mar desde Marruecos. Pero la costa de Cádiz se ha mantenido como la principal puerta de entrada de droga desde Marruecos y escenario de las mayores persecuciones entre los buenos y los malos.

Entre los primeros se encuentran la Policía Nacional, la Guardia Civil y, desde hace más de treinta años, el cuerpo de Vigilancia Aduanera que han patrullado la costa. Entre los segundos, mafias de españoles, llanitos de Gibraltar, colombianos y marroquíes que han hecho del negocio de la droga una auténtica industria, capaz de evolucionar en el tiempo y tejer auténticas redes a uno y otro lado del Estrecho.

En esta lucha, a veces hay éxito. Otras muchas, no. Aún así, las cifras sobre la droga incautada cada año apabullan. Sólo el Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA), dependiente de la Agencia Tributaria llegó a decomisar en la provincia de Cádiz más de 50.000 kilos de hachís en 2008. Y en lo que va de año, llevan más de 26 toneladas.

A esto habría que sumar lo incautado por la Guardia Civil y la Policía Nacional. Sin olvidar «la cantidad de hachís que los narcos tiran al mar, que puede ser casi un 60% de lo cogido», recuerda Javier Collado, uno de los pilotos de helicópteros más veteranos del SVA y una leyenda en El Estrecho, a pesar de su natural modestia -«en el helicóptero somos un grupo», repite cuando se le pregunta por sus hazañas-, y que recuerda que el hachís que va al fondo del mar, también supone un éxito, porque se quita del mercado.

Vigilantes desde el cielo

Collado es piloto desde hace 25 años de los helicópteros Argos, llamados así por el gigante de cien ojos de la mitología griega. Un vigilante perfecto, ya que mientras unos ojos dormían, otros permanecían abiertos y alerta. Como este ser fabuloso, también los helicópteros del SVA velan de noche desde el cielo la costa mediterránea a la caza de los «malos». Y sin duda, son los más temidos por los narcotraficantes, que saben que los «pájaros» -como también se conocen a los Dauphin- pueden aparecer por sorpresa sobre sus cabezas en cualquier momento, mientras cruzan el Mediterráneo cargados de fardos. A veces a escasos metros de distancia, hasta tocar casi el agua con sus panzas. Su misión, acechar a las lanchas cargadas de fardos, perseguirlas y empujarlas hasta caer en la trampa de las hachejotas, las embarcaciones más veloces de Salvamento Marítimo que dan caza final a los narcos abordando sus barcas.

Los rivales con los que se enfrentan noche sí y noche no, tampoco son moco de pavo ni se andan con chiquitas: sobre el mar, las lanchas semirrígidas son quizá las embarcaciones más rápidas y más ágiles en la huida. Ya que pueden llegar a alcanzar hasta los 1.000 caballos de potencia si incorporan varios motores. También son las más versátiles, con una gran capacidad de carga y muy resistentes, ya que fueron pensadas para el salvamento marítimo en las plantas petrolíferas del rabioso mar del Norte. Con sus paredes neumáticas y una quilla de fibra de vidrio rígida que le dan el nombre, literalmente vuelan sobre el agua.

Embarcaciones

Desde principios del presente siglo, se han convertido en las principales embarcaciones de los narcotraficantes. Y son la mayor prueba de la capacidad de evolución del mercado de la droga, que en las últimas décadas ha cambiado constantemente sus estrategias, sus rutas y sus métodos para esquivar la vigilancia fronteriza.

Cada etapa de esta evolución ha estado marcada, principalmente, por un tipo de embarcación, que a su vez estuvo íntimamente vinculada a un tipo de ruta, a un tipo de narcotraficante y motivó también la modernización de los medios para luchar contra ellos.

Las semirrígidas -más veloces y con mayor autonomía- sustituyeron a las lanchas tipo Phantoms que poblaron el Estrecho en los 90 con el tráfico de tabaco y hachís, en una de las épocas de mayor actividad del narcotráfico.

Y éstas, a su vez, habían sustituido a las enormes planeadoras gibraltareñas, procedentes de Galicia que a principios d e los ochenta fueron las protagonistas del contrabando de tabaco desde El Peñón.

«Entonces llegaban a salir hasta 14 lanchas a la vez de Gibraltar», recuerda Javier Collado, que ya entonces planeaba sobre el mar en el helicóptero BO-105 -el mítico Argos, que aún sigue en activo-. Eran tiempos dorados para el narcotráfico, a pesar de la presión de la vigilancia. Cuando también se gestaron grandes pilotos de las Phantoms, temibles por su nombre, pero también por su difícil conducción y su siniestra apariencia pintadas de negro. En los 90, el mercado del narcotráfico se especializó en el hachís, abandonando poco a poco tráfico de tabaco de contrabando, al introducirse el llamado «aceite de hachís» -una destilación de la resina del cáñamo- que hacía más lucrativo el negocio con este tipo droga que el contrabando.

Comienzos del siglo XXI

A pesar de su velocidad, las phantoms demostraron pronto no ser las más apropiadas para el narcotráfico, ya que su pequeño tamaño impedía grandes alijos y no tenían autonomía suficiente para las grandes persecuciones.

Fue entonces cuando aparecieron las lanchas semirrigidas: más grandes, más veloces y más fáciles de manejar, incluso con el tiempo en contra y en un temporal. Aunque su principal virtud era la de recorrer distancias más largas. Algo fundamental en una época -principio del siglo XXI- en que, del otro lado, los medios de la lucha contra el narcotráfico se modernizaban. Sin duda, el mayor hito de esos años fue la instalación en la costa gaditana del Sistema Integral de Vigilancia Exterior. El Sive. Que obligó a los narcos a abrir sus rutas hacia Málaga y Barbate.

También la Guardia Civil incorporaba nuevas patrulleras, reforzando su Servicio Marítimo. Y Vigilancia Aduanera, modernizaba gran parte de su flota, con embarcaciones más rápidas y más ágiles. Fue entonces cuando se incorporaron, por ejemplo, las patrulleras Rodman 101 tipo Gerifalte de 30 metros, una de las estrellas del Servicio de las cuáles dos operan en las costas gaditanas -en las bases de Algeciras y Cádiz-.

Pero sobre todo, aparecen las potentes HJ, hidrojet, las patrulleras de asalto de Vigilancia Aduanera propulsadas por potentes turbinas, que han protagonizado las persecuciones más espectaculares en El Estrecho. Mientras, el mítico Argos BO-105 era sustituido por los Eurocopters Dauphin, más autónomos y ágiles en la persecución de los narcos.

«A pesar de los medios, el mayor valor es la experiencia de los que trabajan aquí», asegura el piloto Javier Collado, que recuerda que «en el SVA nos hemos especializados en luchar contra el narcotráfico».

Una ruta hacia Sanlúcar

El Sive coincidió con la aparición de las lanchas semirrígidas, que gracias a su mayor capacidad desplazaron los alijos desde Algeciras y las playas de Tarifa, hacia el noroeste de la provincia, como Barbate o Conil.

Sin embargo, la extensión del Sive por toda la costa gaditana motivó a finales de la presente década las rutas del hachís se trasladaran poco a poco hacia Sanlúcar y el río Guadalquivir, hoy por hoy las principales entradas de la droga desde Marruecos, al ser una costa más compleja para controlar. «Luchar contra el narcotráfico es como poner barreras al agua, al final intenta introducirse por otro lado», resume de manera lúcida Santiago Villalba, Jefe de la Unidad Combinada de Vigilancia Aduanera en Cádiz, al analizar cómo el mercado de la droga ha evolucionado durante las últimas dos décadas.

No es de extrañar, por tanto, que sean ahora las cercanas costas de Huelva las que empiezan a recibir más alijos de hachís, y a atraer a las lanchas semirrígidas pilotadas por marroquíes en lugar de españoles. Una ruta que podría confirmarse con la ampliación del Sive al litoral sanluqueño el próximo año, con la instalación de dos estaciones fijas de radares.

El comienzo de una cuarta etapa para el narcotráfico por mar, en la que las semirrígidas llegan cada vez menos hasta la costa. Mientras prospera, según fuentes de la Guardia Civil, las embarcaciones camufladas: pesqueros o barcas de recreo reconvertidos, que permiten pasar la droga inadvertida ante los radares del Sive o las patrulleras de la Benemérita y el SVA. Alijan la droga en mitad del mar desde lanchas procedentes de Marruecos, y permanecen en los puertos -aparentemente inocente- custodiando la droga como «guarderías» (así se las conoce). Una nueva estrategia cuya lucha, además de la persecución en el mar, se libra desde las unidades de investigación.