Muere el patriarca de los Kennedy
Fallece a los 77 años, víctima de un tumor cerebral, el último hermano de un clan que hizo brillar la política estadounidense
CORRESPONSAL. NUEVA YORKActualizado:La tragedia acompañó hasta el final al último de los hermanos Kennedy, pero para cuando falleció ayer, en la emblemática residencia veraniega de Hyannisport, que forma parte de la memoria en blanco y negro de todo el país, Barack Obama observó que su valerosa lucha contra el tumor cerebral que ha acabado con Ted Kennedy ha roto la maldición. «Nos ha dado la oportunidad que se nos negó con sus hermanos: poder decirle gracias y adiós», dijo el presidente, que se convirtió en su última empresa política.
Ese tiempo de gracia le permitió también entrever lo que se escribiría de él tras su muerte. Cuando en mayo de 2008 tuvo que ser evacuado en helicóptero tras un desfallecimiento, el país pensó que la muerte le había echado la zarpa. Al día siguiente se vio a su esposa entrar en el hospital cargada de periódicos que el senador devoró para leer sus propias elegías. Dos días después le diagnosticaron un tumor cerebral del que fue operado sin que lograran extirpárselo por completo. Entonces no se sabía, pero ayer, cuando perdió la batalla por su vida, su hijo Patrick reveló que había aguantado mucho más tiempo del que le vaticinaron.
Tenía asuntos pendientes. Durante su inesperada aparición en la convención Demócrata de Denver, en agosto de 2008, para apoyar a Obama prometió que le vería convertido en presidente, y así fue. El pasado 20 de enero estaba sentado en las escalinatas del Capitolio a 15 grados bajo cero, viendo cumplido su sueño de pasar el testigo de los Kennedy. «Mi hermano fue el primer presidente en decir que la segregación estaba moralmente mal», recordó. El esfuerzo de estar presente en su toma de posesión le provocó un colapso del que tuvo que ser evacuado en ambulancia, quebrando la celebración con el aullido de las sirenas.
Ted Kennedy, cuya muerte a los 77 años marca el fin de una era, es el único de los cuatro hermanos en experimentar la vejez y morir de causas naturales. John y Robert fueron asesinados, mientras que Joseph murió en la II Guerra Mundial a los 29 años. Como sus hermanos, Ted también fue mujeriego y quiso ser presidente. Lo primero le empañó lo segundo, cuando en 1969 tuvo un accidente de coche en el que murió su amante. Dicen que era un amor secreto, que iba borracho, que la influencia política del clan le permitió salir impune de los cargos de homicidio involuntario de los que se le acusó. A partir de ahí se contentó con el asiento de Senado que heredó en 1962 de su hermano John cuando éste decidió presentarse a la Casa Blanca, pero en 1980, reculó cuando vio que su partido iba a perder por la impopularidad de Jimmy Carter. «A veces un partido tiene que navegar contra el viento», justificó. El reto para un presidente electo que buscaba la reelección creó una amarga división dentro de los demócratas que para algunos contribuyó a la debacle electoral que dio a Reagan la presidencia.
El 'león' del Senado
El más joven de la dinastía de nueve hermanos que Joseph Kennedy crió para cambiar la vida política de su país se resignó a partir de ahí a dejar su legado en el Senado, donde ayer se lloraba la muerte de su león. Así se le recordaba con nostalgia. «El Senado produce pocos leones y nosotros hemos visto morir al único de nuestra generación», sentenció anoche el presentador de la cadena NBC, Brian Williams.
«A mis bebés los acunábamos con nanas políticas», llegó a decir orgullosa la mujer que dio a luz a esa extraordinaria camada de nueve hombres y mujeres que han marcado el país. Ted tenía 30 años cuando fue elegido senador, en una familia donde, en palabras del patriarca, «no queremos perdedores».
Fue el portavoz más joven del Senado, la roca de los demócratas al que se identificará siempre con el apellido del clan, y el autor de cientos de leyes. Once de ellas dan fe de su talante bipartidista: las que compartió con el conservador de extrema derecha Orrin Hatch, de Utah.
Su ausencia deja huérfana a la formación a la que lideró con «un idealismo y un optimismo contagioso», dijo actual el vicepresidente Joe Biden.
Ya lo dijo su hermano John. «Al igual que yo me dediqué a la política porque Joe murió, si algo me ocurriese a mí mañana lo haría Bobby, y si Bobby muriese lo haría nuestro hermano más joven». Ted recogió el testigo de la familia para convertirse en adalid de los pobres, de la clase obrera, haciendo cruzada en temas como los colegios, las casas de protección oficial y, sobre todo, la sanidad universal, por la que luchó toda su vida. «Sé que tal vez nunca llegue a ser presidente», confesó una vez públicamente, «pero perseguir la presidencia no es la causa de mi vida, sino servir al pueblo».
No tuvo miedo de alzar la voz en contra de su partido, como en las invasiones de Panamá e Irak. De la primera, en 1989, denunció que violaba tanto la carta de la ONU como la de la Organización de Estados Americanos. Y de la segunda censurar la inmoralidad de una guerra ala que considerarla «un fraude». Tanto los Kennedy como los Bush se sumaron ayer al homenaje que le rindió todo el país con unos sentidos comunicados.