El último 'cañón' de Chávez
La venezolana Stefania Fernández se corona Miss Universo, siguiendo la tradición de su país
Actualizado: GuardarCada día que pasa le doy gracias a la vida por no haberme dado tanto... Es decir, por no haber hecho de mí lo que se dice un bellezón. Y cuando digo bellezón no me refiero a una chica más o menos mona o resultona, no. Hablo de la guapa universal, de la auténtica belleza tropical. En una palabra, de la venezolana. La noticia es que una compatriota de Hugo Chávez, Stefania Fernández, acaba de ser elegida Miss Universo a sus 18 años, sustituyendo en el trono de la belleza cósmica y sideral a Dayana Mendoza, otra compatriota de Hugo Chávez. Y a mí me dan ganas de llamar a Chávez y preguntarle: Aló, presidente... ¿esta aplastante hegemonía en mujeres lindas, este convertir Venezuela en una fábrica de auténticos cañones es su contundente respuesta a la nueva proliferación de bases norteamericanas?
Hablar de Venezuela trae a mi memoria el alegre año de 1992, cuando tuve la suerte de resultar agraciada (algo verídico y sin precedentes) en una rifa, y me gané un viaje a Caracas. El premio lo obtuve en el pabellón venezolano de la Expo de Sevilla. Trabajar como corresponsal en aquella Exposición Universal fue lo más cerca que he estado nunca de representar, en algo, al universo. Por supuesto, lo mejor del pabellón de Venezuela eran sus azafatas. No lo digo yo, que de mujeres entiendo muy poco, sino que lo pregonaban ellas mismas. «Tenga en cuenta -me soltó un día una las chicas- que nosotras, las venezolanas, somos las mujeres más bellas del mundo». Y lo decía con absoluta solemnidad. Sin la menor ironía. Es más, yo creo que me lo contó como aquel que decide liberarse de un pesado fardo.
Y, francamente, tras conocer las penurias y privaciones por las que pasan las aspirantes a Miss Universo, empiezo a pensar que aquella azafata tenía buenas razones para sentirse abrumada. La recién coronada Stefania Fernández ha relatado que en Bahamas, durante los días previos a la final del concurso, soportó jornadas laborales de veinte horas y tuvo que emplear una disciplina casi masoquista para no arramblar con la variedad y cantidad de postres que ponían a diario ante sus ojos. Eso, por no hablar de su frenética rutina: «Por la noche -explicó la joven-, me baño, me seco el cabello, lo arreglo, monto las roscas y luego -añadió con un suspiro- me levanto a las cinco de la mañana para comenzar a maquillarme, soltarme el cabello y darle forma». Uf, realmente agotador... Yo no me aclaro ni con el secador de mano, como para tener que montar encima las roscas. De hecho, ni siquiera estoy muy de acuerdo con que las mujeres debamos arreglarnos tanto. ¡Ni que estuviéramos averiadas!
En todo caso, también es posible que Stefania, caribeña al fin, esté exagerando un poquito. Ya el mismo título de Miss Universo es pelín exorbitado. Debería llamarse Miss Universo Conocido, o Explorado, lo cual incluye apenas la Luna y un trocito de Marte. Porque, ¿quién nos dice que no existe por ahí un planeta lleno de bellas venezolanas con opción a título? ¿Y uno lleno de hombres como Hugo Chávez? No lo descarten. Yo, desde que he leído que a partir de un solo pelo se puede traer de nuevo a la vida al prehistórico mamut peludo, ya me temo lo peor. Me pregunto, qué no podrá hacerse en el futuro a partir de una sola pestaña de Naomi Campbell. Naomi, por cierto, no mueve un dedo sin consultar con su diseñadora de pestañas. ¿Ven qué cantidad de servidumbres acarrea ser un bellezón? Lo dicho, que no compensa.