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El miedo atenaza a los afganos
La amenaza talibán de atacar los colegios electorales disuade a millones de votantes, pese a que la OTAN califica de «éxito» los comicios
ENVIADO ESPECIAL. KABUL Actualizado: GuardarColas ante la mezquita de Wazir Akbar Khan. Decenas de ciudadanos esperan que el reloj marque las siete de la mañana para ejercer su derecho al voto. En la puerta, dos policías retiran el plástico a un detector de metales y se disponen a empezar una larga jornada. Se abren las puertas y uno a uno los ciudadanos van accediendo al recinto de una forma sosegada, algo poco frecuente en un país donde no es habitual ver colas ordenadas. Dentro les espera un ejército de empleados de la Comisión Electoral Independiente, observadores locales, interventores de los candidatos y agentes de seguridad de paisano. «No tengo miedo, Kabul es hoy una ciudad segura y los centros electorales van a estar llenos», asegura el mulá de la mezquita, que como uno más se somete al cacheo de rigor antes de depositar las papeletas para elegir al presidente y a los representantes en los consejos provinciales.
«Las elecciones han sido un éxito». Ni los 130 enfrentamientos registrados -y de los que no se informó hasta última hora de la tarde en cumplimiento del silencio informativo decretado-, ni sus 50 víctimas mortales, al menos ocho de ellas civiles, fueron razones suficientes para que Hamid Karzai fuera más moderado en su primera valoración. El gran favorito a la victoria, según las encuestas, votó también a primera hora de la mañana, casi a la vez que su gran rival, el doctor Abdalá Abdalá, la persona que puede hacer que Karzai necesite una segunda vuelta.
El portavoz de Defensa, el general Azeemi, compareció ante los medios para dar la versión oficial de los comicios. Explicó que sólo 21 de los 6.962 centros electorales no pudieron abrir sus puertas por motivos de seguridad. La información no se corresponde con los datos de los observadores internacionales, ni con los partes de agencias locales como Pajhwook, que apuntan a que tan sólo en provincias como Ghazni, al sur del país, ninguno de los colegios en diez de sus dieciocho distritos pudieron abrir sus puertas.
«Votamos por Bashardost, que es hazara, pero sabemos que el ganador será Karzai porque así lo quieren los americanos», asegura Noor en un centro de voto situado en plena calle Mazari, en la zona hazara de la ciudad. Las colas de primera hora se convierten antes del mediodía en pequeños grupos aislados de personas que votan con rapidez. Para llegar a este extremo de Kabul hay que atravesar media docena de puestos de control de la Policía que revisa cada coche y pide la documentación. Más de 300.000 efectivos de las Fuerzas de Seguridad nacional e internacional participaron en el dispositivo electoral en todo el país. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en la misma línea triunfalista de Karzai, valoró el despliegue como un «éxito».
Arte de la propaganda
«Somos afganos, no tenemos miedo», asegura Mohamed Akbar, reportero de la televisión nacional RTA, que está conforme con la medida del Gobierno de no ofrecer información sobre ataques de la insurgencia porque «los talibanes son unos maestros en el arte de la propaganda y eso hace mucho daño al país». En la escuela de Mikro Rayan, el mítico barrio de casas rusas de la capital, no opinan lo mismo. Falta poco para el cierre de las urnas y apenas ha votado la mitad de los seiscientos vecinos previstos. «Tenemos miedo a atentados suicidas, pueden ocurrir en cualquier momento», se queja Gholam Hazrat, que cuenta los minutos para cerrar las puertas y volver a su casa después de hacer un trabajo como observador local por el que no tiene «ni idea» de lo que le pagarán.
A las cuatro de la tarde llega la sorpresa. Se extiende una hora más el plazo para votar en unos centros tan vacíos como las calles de la capital. Una medida de gracia que pilla sorprendidos a los agentes que custodian la mezquita de Qala-e-Fatulah, que dejan su lugar de vigilancia sin dar explicaciones. «Éste es un barrio seguro», se excusa el interventor del centro, Farain Ghazanfar, que mira a todos lados buscando nuevos votantes que le hagan recordar las imágenes de las anteriores elecciones de 2004, cuando votaron ocho millones de afganos.
Cierre de urnas, inicio del recuento. La comunidad internacional vigila de cerca para conocer la participación final como si en ello le fuera la legitimidad de los últimos ocho años de trabajo. A los talibanes no les hace falta. Han hecho su trabajo y en el sur y este del país han demostrado una vez más que ellos son el auténtico poder.