ANÁLISIS

Ahora toca subida

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N o es que el Gobierno juegue al despiste; simplemente, es que está severamente despistado. Primero mantiene su táctica de aplicar a la crisis, en general y al empleo en particular, un recetario exclusivo de medidas paliativas, sin atreverse a adoptar ninguna de las realmente curativas, por miedo a la reacción popular. Por eso anunció su intención de prolongar el periodo de ayuda a los parados. Pero lo hace de tal manera, con tal casuística y de forma tan enrevesada que al final le sale el tiro por la culata. Luego, para compensar, lanza al ruedo a José Blanco, quien nos descubre ahora -después de haberlos tratado como si fueran insensibles al expolio- que los Presupuestos Generales son finitos y limitados y advierte a las rentas altas que deberán apretarse el cinturón. Es decir, anuncia una subida de impuestos en el inmediato futuro.

Pero, aparte de su evidente intencionalidad política, la cuestión tiene muchas aristas técnicas que el Gobierno no puede desconocer. En primer lugar, si de verdad quiere incrementar la recaudación, debe rebajar el 'listón' de los destinatarios. La gran masa de rentas se encuentra en el medio y es ahí solo donde puede encontrar ingresos en proporciones relevantes. Luego hay algo básico que, en general, se olvida. La recaudación es fruto de aplicar un tipo sobre una base. Por eso puede ocurrir, y de hecho ocurre, que tras subir el tipo se reduzca la recaudación, como consecuencia de un retraimiento de la base. Al igual que una bajada de los tipos impositivos puede reducir o aumentar la recaudación, en función del impacto que provoque sobre la base. Un ejemplo: Si como consecuencia de un descenso del tipo del Impuesto sobre sociedades se crean muchas nuevas, obtendremos más recaudación, incluso con el tipo menor. Pero si no sucede tal cosa, la recaudación bajará.

En el caso del IRPF, como la sensibilidad es menor las reacciones son más lentas, pero el mecanismo funciona de la misma manera. Por eso, convendría que el Gobierno dejase de improvisar y lanzar medidas inconexas para ponerse a trabajar en serio. Necesitamos un plan sólido y un liderazgo solvente, que se sitúe a la altura de los problemas.