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Un grupo de iraquíes acude a la zona próxima al Ministerio de Exteriores. / REUTERS
MUNDO

La insurgencia desafía a Irak con los peores atentados

Los ataques dejan 95 muertos y casi 600 heridos en Bagdad

IVIA UGALDE
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La insurgencia desafió ayer a las autoridades iraquíes al protagonizar en Bagdad la mayor masacre desde la retirada de las ciudades de las tropas estadounidenses el pasado 30 de junio. Los terroristas pusieron en evidencia la capacidad del Gobierno para garantizar la seguridad y el restablecimiento de la paz al dejar al menos 95 muertos y 597 heridos con una serie de zarpazos coordinados en el corazón de la capital.

Las inmediaciones de la Zona Verde fueron el principal punto de mira de los fundamentalistas, un recinto amurallado donde se concentran las embajadas y las instituciones iraquíes. Los atacantes lograron burlar las estrictas medidas de vigilancia, lo que contrasta con los atentados más recientes registrados únicamente en barrios pobres de la capital. Demostraron así la fragilidad de las autoridades al alcanzar con sus golpes a cinco edificios ministeriales, además de otros sangrientos ataques en distintos puntos de la urbe. Una matanza casi simultánea que convirtió Bagdad en un escenario infernal donde reinó la desesperación.

El atentado más mortífero, el segundo de la jornada, se produjo en torno al Ministerio de Exteriores, situado junto a la Zona Verde. Un camión bomba estalló y dejó unos 60 muertos y más de doscientos heridos. «Las ventanas del edificio han saltado en pedazos, causando una carnicería dentro. He podido ver a funcionarios, periodistas y guardias entre los muertos», describió una empleada que sobrevivió milagrosamente a la masacre.

La onda expansiva, además de importantes daños en el edificio, afectó a numerosos comercios y viviendas de los alrededores. También causó desperfectos en el Parlamento iraquí. Casi al mismo tiempo, dos proyectiles de mortero se precipitaban cerca de las oficinas de la ONU, dentro de la Zona Verde. Uno de ellos impactó en la vivienda del Ministro de Medio Ambiente, Nabil Uzman, aunque en esta ocasión no se produjeron daños personales, ni materiales.

Diez minutos antes, un coche bomba había explotado en el distrito de Waziriya, en una carretera colindante con el Ministerio de Finanzas. En el estallido perdieron la vida 30 personas y otras 95 resultaron heridas. Además de los ministerios de Exteriores y Finanzas, resultaron afectados el de Medio Ambiente, Vivienda y Sanidad.

Posteriormente, varios proyectiles de mortero estallaron en el barrio de Karrada, en un lugar próximo a la sede de la agencia Reuters y al edificio del gobernador de Bagdad. Lo mismo ocurría en el distrito de Salhiya, donde se concentran las oficinas de la televisión nacional y algunos cuarteles.

Otra explosión se producía casi simultáneamente después de que un coche bomba causara al menos dos muertos y 16 heridos en el barrio de Baya, al sur de la capital. En la Universidad de Al-Mustanriya, situada en el céntrico barrio de Bab al-Muadham al norte de Bagdad, también explotó un vehículo. En el ataque perdieron la vida seis personas y otras 24 resultaron heridas.

Identificados

Esta cadena de atentados, según explicaron distintos analistas, tiene el sello inconfundible de Al-Qaeda, aunque hasta ahora no ha sido reivindicado. Los ataques movilizaron masivamente a los cuerpos de rescate, quienes confiesan que el número de víctimas podría aumentar en las próximas horas ya que varias personas continúan sepultadas bajo los escombros.

Los ataques perpetrados ayer en la capital contrastan con la decisión tomada por el primer ministro Nuri al-Maliki el pasado 8 de agosto cuando anunció la retirada de los muros de hormigón de Bagdad en un plazo de 40 días ante la mejora de las condiciones de seguridad. Estas barreras se instalaron con el objetivo de disminuir los efectos de las bombas y convirtieron la capital en una especie de laberinto.

Sin embargo, el mensaje esperanzador dado hace tan sólo unos días por las autoridades iraquíes choca con la realidad. Desde la retirada de las tropas de EE UU, los ataques han ido en aumento, lo que refleja la incapacidad del Gobierno para devolver el pulso a la ciudad.